José Manuel Ribera Casado. Catedrático emérito de geriatría (UCM) Académico de Número de la RANMdeR.
José Manuel Ribera Casado. Catedrático emérito de geriatría (UCM)

Los MIR eligen plaza

Un año más hemos sido testigos externos durante las últimas semanas de la elección de plaza por parte de nuestros médicos recién egresados. Se trata de un momento decisivo en el que cada uno ha debido decantarse por aquella especialidad en la que, una vez superado su periodo de residencia, deberá desempeñar su carrera profesional hasta su jubilación. Muy pocas sorpresas. Los resultados apenas han variado con respecto a lo que fueron las preferencias de los últimos tiempos.

De nuevo, especialidades como dermatología, cirugía plástica, anestesia, oftalmología, radiología y, en menor medida, algunas especialidades médicas como cardiología o neurología copan los lugares preferentes y están entre las primeras en completar su oferta. Nada que objetar, cada cual es libre de elegir lo que quiera y si, además, el futuro residente ha obtenido una calificación brillante que le permite elegir lo que quiera, pues mejor para él (o para ella). Felicidades y a callar, al menos, en lo que se refiere a la persona específica de cada aspirante concreto.

Como viene siendo habitual, la especialidad de medicina de familia ha copado la práctica totalidad de aquellas plazas que no han llegado a ser cubiertas. Pasan a una segunda vuelta de repesca y a ver qué ocurre. Otras especialidades de gran proximidad con el paciente y, por ello, supuestamente, con un alto vínculo vocacional en nuestra profesión, como puede ser la geriatría, tienden a ser elegidas, salvo excepciones, de la mitad hacia atrás.

Cada cual es muy dueño de decidirse por lo que quiera dentro del abanico de posibilidades que se le ofrecen, pero, también desde fuera, los –digamos- espectadores tenemos libertad para poder “comentar la jugada”, aunque sólo lo sea a modo de lamento o de reflexión.

Un factor que siempre se ha dicho que jugaba un papel en las decisiones era el geográfico. Si elijo una opción próxima a donde vivo estaré más cerca de mi familia, conozco mejor el medio y… seguro que abarato costos en alojamiento, viajes y alimentación. En el momento actual probablemente este determinante tiene poco peso. También se ha ponderado como posible elemento decisorio la calidad del servicio elegido, mejor hospital, servicio de mayor prestigio, posibilidades de docencia e investigación, etc. En mi opinión a día de hoy tampoco éste es un factor que cuente mucho. Las posibilidades docentes y la moderna tecnología hacen que haya aumentado la igualdad entre unos y otros sitios. En este terreno se valoran más factores personales relacionados con el mejor o peor ambiente del servicio de turno, así como la personalidad positiva o patológica del jefe correspondiente.

¿A dónde llegamos? Pues a elementos de decisión menos altruistas, legítimos, pero mucho más prosaicos, que, aunque sean respetables, sin duda, encajan peor con la mitología médica tradicional. Casan menos con ese espíritu de servicio al “menesteroso y con mayores necesidades” que se atribuye a la profesión. En estos momentos, se confiese o no, a la hora de elegir priman los aspectos materiales, absolutamente defendibles pero bastante alejados del ideal hipocrático de entrega desinteresada al paciente. Son argumentos que ya se ocultan menos, pero que se confiesan si llega el caso de forma un poco vergonzante. Me estoy refiriendo a ganar más dinero, tener un horario más cómodo durante la residencia, no hacer o hacer pocas guardias y condicionantes similares. De hecho, son los factores más prevalentes detrás de muchas de las decisiones adoptadas. Todo legítimo, pero ¡qué lástima!

Especialidades como dermatología, cirugía plástica, anestesia, oftalmología, radiología y, en menor medida, cardiología o neurología copan los lugares preferentes y están entre las primeras en completar su oferta

Se proponen sugerencias que modifiquen la situación hacia horizontes mejores. Una de las más evidentes está clarísima. Llevarla a la práctica corresponde, esencialmente, a las administraciones responsables. Pagar mejor y ofrecer condiciones laborales más adecuadas al médico de Atención Primaria, probablemente el más necesario en estos momentos dentro de nuestro mapa sanitario. Muchas de las demás posibilidades de mejora conviene enfocarlas, sobre todo, dentro del ámbito de cada una de las propias especialidades y de las sociedades científicas que las respaldan.

Educar al ciudadano -y a nuestros estudiantes de medicina- en eso que llamamos “valores” supone una aspiración definitiva e irrenunciable. En una sociedad egoísta y materializada como la nuestra se trata de una aspiración necesaria, pero que sólo puede dar sus frutos contemplándola a largo plazo. En todo caso, con el esfuerzo de todos y de cada uno de nosotros siempre mantendremos abierta una puerta a la esperanza.

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