José Manuel Ribera Casado. Catedrático emérito de geriatría (UCM) Académico de Número de la RANMdeR.
José Manuel Ribera Casado. Catedrático emérito de geriatría (UCM)

Atención integral

José Manuel Ribera Casado

Catedrático emérito de geriatría (UCM) y Académico de Número de la RANMdeR

Leía yo hace poco en una revista bien acreditada de divulgación médica la invitación para participar en un “encuentro de expertos” cuyo título llamaba a promover un “Tratamiento integral de las enfermedades neurológicas”. El objetivo explícito era “optimizar los recursos y buscar mayor equidad para lograr la mejora de los resultados clínicos y el aumento de la calidad de vida de estos pacientes”. Me pereció muy bien, pero no dejó de sorprenderme que, a estas alturas de la película, hubiera que insistir en determinados temas. Sobre todo, me cantaba, como dicen los chicos, lo que implicaba la utilización en el título de la palabra “integral”. 

Vaya por delante como declaración de principios que, a día de hoy, en medicina, la atención a los problemas de salud de cualquier persona o es integral o no es atención. Esto vale para el paciente neurológico, pero también para el respiratorio, el cardiaco o cualquier otro que se presente en una consulta o que ingrese en un hospital. Y lo es tanto más cuanto mayor sea la edad del paciente en cuestión. Lo dice el sentido común pero es que, desde allá por los años cuarenta, cuando los británicos pusieron en marcha su National Health Service y desarrollaron el concepto de asistencia geriátrica, todos los sistemas sanitarios del mundo –también el nuestro- vienen insistiendo en este punto. Al menos desde el terreno de la doctrina.

El hecho de que existan llamadas a congresos, focalizados o no en la neurología, donde lo novedoso parece ser lo que engloba la palabra “integral”, me lleva a pensar que la cosa no está tan clara como yo creía. Sean cuales fueren las motivaciones que hayan podido tener los organizadores de este evento para insistir en 2024 sobre el carácter integral que enfatiza el título de su convocatoria, quiero aprovechar para hacer un mínimo recordatorio de lo que es doctrina asumida en este terreno, ya que, como se ve, no siempre está suficientemente clara cuando llega la hora de aplicarla.

La salud y su cuidado nunca son, ni han sido, un problema exclusivamente médico. Los factores sociales, incluido el papel de la familia más próxima, los económicos, el entorno, la historia previa con los factores de riesgo a que se ha estado expuesto, los hábitos de vida, la propia psicología y hasta las creencias religiosas son algunos de los infinitos componentes, interrelacionados y condicionantes de eso que llamamos salud. Forman parte, también, de los determinantes causales de las enfermedades, de su evolución y hasta de su pronóstico. Vale para la neurología, y para cualquier otra especialidad. No es el momento, ni hay espacio para ello, de desarrollar cómo tienen lugar estas influencias recíprocas. 

Además, no se debe obviar que la enfermedad casi nunca se produce como un problema aislado. Eso que llamamos pluripatología es mucho más la norma que la excepción y cada uno de los componentes de la misma –cada enfermedad- incide en el resto de procesos asociados, como también lo hacen las medidas terapéuticas que se adoptan, sean estas farmacológicas, quirúrgicas o de cualquier naturaleza. Una pluripatología que, como apuntaba más arriba, se hace presente con mayor frecuencia a medida que avanzamos en edad.

Lo mismo ocurre si nos referimos a lo que se conoce como “manejo del paciente”, que, sin ninguna discusión, también debe ser integral. Los médicos hace mucho tiempo que hemos dejado de ser los magos, el referente aislado al que se recurre cuando surge un problema de salud. Ya no somos el hechicero de la tribu. Cada vez se habla más de “equipo”. Un equipo que aunque tenga un coordinador-integrador suele incluir más de un especialista médico, pero, sobre todo, suma en su composición a representantes de otras varias profesiones ajenas a la propia medicina.

Casi me ha dado vergüenza tener que recordar cosas tan elementales como las que acabo de escribir. No pongo en duda la buena voluntad de los convocantes del evento que da origen a estos comentarios; pero, por favor, asumamos, de una vez por todas, el carácter “integral” de cualquier intervención en materia de salud. Las evidencias del tiempo en que vivimos debieran ser el mejor argumento para ello. 

Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en LinkedInCompartir en WhatsApp