José Manuel Ribera Casado

“Soy optimista con el futuro de la Geriatría: la demografía y el contexto social y profesional juegan a nuestro favor”

José Manuel Ribera Casado

Catedrático Émérito de Geriatría de la Universidad Complutense de Madrid Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina (RANME)

A pesar de su modestia, es de justicia recordar que José Manuel Ribera Casado es considerado uno de los padres de la Geriatría en nuestro país. No tanto por ser coetáneo a su nacimiento como por impulsar y defender de manera infatigable su necesaria implantación en todos los hospitales del país. De hecho, en 1984 puso en marcha el Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos en Madrid. Casi 40 años después, Ribera subraya que, hasta aquellas comunidades autónomas inicialmente más reticentes, como la andaluza, la vasca o la valenciana, han acabado reconociendo e introduciendo la geriatría en las carteras de servicios. Y lo que aún es mejor, Ribera ve el futuro de la geriatría con optimismo: “Se han logrado superar los escollos iniciales y tanto la demografía como el contexto social y profesional en el que nos movemos juegan a nuestro favor. A pesar de ello, aún hay importantes desafíos a los que hacer frente, como la lucha contra el edadismo e incrementar la participación activa de la población de más edad en la sociedad.  

Se le considera uno de los padres de la Geriatría en nuestro país. Cuando comenzó a trabajar, apenas existía la especialidad médica como tal. ¿Cómo recuerda esos años?

Me incorporé a la especialidad en 1984, mientras que la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) existe desde 1948. Por ello, eso de considerarme “padre” puede resultar excesivo. Quizás cabe hablar de la incorporación entusiasta y afortunada a una familia que ya existía desde hacía años.

Es cierto que cuando llegué, en los primeros años 80, la especialidad de Geriatría se estrenaba como tal (su reconocimiento oficial viene de 1978) y que su desarrollo era muy limitado, sin apenas presencia hospitalaria. La excepción casi única era el Hospital Central de Cruz Roja en Madrid y algún otro de menor rango, casi siempre próximo al ámbito de la propia Cruz Roja. La geriatría no estaba contemplada en ningún hospital de primer nivel ni en la esfera pública ni en la privada. Los problemas de salud de los viejos (ahora lo correcto parece ser decir “adulto mayor”) siempre me habían interesado. Percibía que se les ignoraba bastante y se les prestaba muy poca atención. Decidí dar el salto desde mi ámbito de medicina interna en la Cátedra de Patología General del Clínico San Carlos (HCSC), donde era profesor titular.

Ha sido jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. ¿Cuál es el balance de su actividad como geriatra?

Al inicio de 1984 conseguí que mi hospital oficializara una Unidad de Geriatría adscrita a la Cátedra de Patología General. Crecimos de inmediato, demostramos ser útiles y la dirección del centro nos convirtió en servicio autónomo en 1987. El desarrollo fue espectacular desde el primer día. Incorporamos residentes (cinco por año), establecimos unidades funcionales (de agudos, media estancia, hospital de día, interconsultas, equipo de atención a domicilio, etc.). Pusimos en marcha programas de investigación clínica, organizamos actividades formativas de todo tipo, incluyendo un programa específico de Doctorado en Geriatría, recibimos en pocos años a más de cien médicos jóvenes de otros países por temporadas, que iban desde unos meses hasta más de cuatro años, organizamos cursos, publicamos muchos libros y trabajos en revistas científicas, nos incorporamos muy activamente a la vida societaria en España y fuera del país, etc. Todo ello aparece recogido en un libro publicado poco antes de mi jubilación (Ribera Casado JM. 25 años de Geriatría en el Hospital Clínico San Carlos 1984-2009. Una visión subjetiva. Ergón. Madrid. 2009).

Los problemas de salud de los viejos (ahora lo correcto parece ser decir “adulto mayor”) siempre me habían interesado. Percibía que se les ignoraba bastante y se les prestaba muy poca atención

También ha desempeñado puestos de responsabilidad en diferentes instituciones. Destaca la presidencia de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) de 1995 a 2001. Precisamente, este año ha cumplido su 75 aniversario. ¿Cómo recuerda esa etapa?

El compromiso con la SEGG fue inmediato y total. Entré en su junta directiva en 1985, fui elegido vicepresidente en el 92 y presidente en el 95, permaneciendo así hasta 2001. Fueron años tremendamente activos en los que la Sociedad y la especialidad –la geriatra, pero también la biogerontología y las distintas ramas gerontológicas dentro de las ciencias sociales y del comportamiento- vivieron un crecimiento extraordinario a todos los niveles: organizativos y de gestión, expansión asistencial, penetración en el plano internacional y, muy importante, nos hicimos acreedores del respeto científico y difundimos el conocimiento de nuestra realidad. Logramos muy pronto incrementar el reconocimiento social y profesional por parte de sectores muy amplios del entorno científico y de la sociedad en general. 

Todas estas cuestiones se pueden encontrar expuestas con cierto detalle en el libro que por encargo de la Junta Directiva actual de la SEGG, he tenido el privilegio de redactar y presentar con motivo de cumplirse en este 2023 su 75 aniversario (Ribera Casado JM. 75 años de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología: 1948-2023. Ed. Abbott y Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Madrid. 2023. 

Su faceta asistencial ha evolucionado en paralelo a una intensa labor docente e investigadora. ¿Qué aportaciones destacaría en ambos casos?

Durante los primeros años 80 la única y meritoria labor de formación continuada se centraba en unos cursos anuales que organizaban los doctores Salgado y Guillén en Cruz Roja. A nivel de pregrado de medicina la geriatría, simplemente, no existía. Dentro del ámbito de las ciencias sociales el panorama era igualmente pobre. El hecho de ser profesor numerario en la Complutense y trabajar en un hospital universitario de prestigio vi que nos abría puertas y ofrecía posibilidades nuevas. Introduje unas horas de geriatría en el programa curricular de pregrado de mi facultad, algo que también llevaron a cabo otros compañeros en universidades como las de Sevilla, Salamanca, Barcelona y, quizás, alguna más. En paralelo emprendí una campaña intensa en este terreno a través de visitas a autoridades académicas y administrativas de todo tipo y de publicaciones (sobre todo en periódicos y revistas) insistiendo en el tema Así se consiguió que en 1990 el BOE incorporase, por primera vez, las palabras geriatría y gerontología entre las “directrices para los futuros planes de estudio de medicina”.

Con respecto al postgrado médico, formé parte desde 1987 hasta 2014 de la Comisión Nacional de la Especialidad de Geriatría. Llegué a presidirla en dos ocasiones, así como a formar parte del Consejo Nacional de Especialidades durante varios años. A través de ello aumentamos progresivamente las plazas MIR convocadas cada año y actualizamos sus programas formativos. En paralelo, se multiplicaron otras muchas actividades. Una fundamental fue oficializar un programa de doctorado en geriatría en la UCM que se mantuvo activo entre 1990 y 2011, abierto en su matrícula y que superó cada año las 100 inscripciones, dando lugar a la presentación de más de un centenar de tesis doctorales. La actividad formativa fue muy intensa. No se circunscribió al ámbito médico. Mantuvo y mantiene su crecimiento en el tiempo. También me refiero a ello en el libro aniversario ya mencionado 

En enero de 2012 tomó posesión del sillón número 15 en la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANMdeE), adscrito por primera vez a la denominación de Gerontología y Geriatría. ¿Qué supuso este logro? ¿Qué aporta a la Academia?

Se trató de algo extraordinariamente importante. La RANM de E, creada en los inicios del siglo XVIII, más allá de su significado en el marco de la historia más gloriosa de la medicina en nuestro país, constituye a día de hoy, por su prestigio y por su actividad, un referente fundamental de lo que es la realidad médica española. No hay espacio para desarrollar lo que ha sido y es esta institución. Qué la geriatría y la gerontología recibieran el reconocimiento expreso de los académicos en un marco en el que ni siquiera tienen cabida algunas otras especialidades médicas muy destacadas, creo que supone un hito que quizás no ha sido suficientemente valorado. Personalmente, para mí fue un enorme privilegio estrenar en 2012 el sillón académico número 15 dedicado por primera vez a nuestra especialidad.

Entrar en la institución supone, ante todo, un reconocimiento formal de lo que representa la especialidad, por parte de una de las instituciones más prestigiadas del país. Junto a ello ha permitido y permite muchas otras cosas. Entre ellas, ser una caja de resonancia para la especialidad que difunde sus ecos por ámbitos muy extensos y diversos, a bastantes de los cuales resulta muy difícil acceder por otras vías. 

En relación con la segunda parte de la pregunta, la RANM penetra y se enriquece doctrinal y efectivamente de un aspecto esencial de nuestra realidad, el envejecimiento poblacional y los problemas derivados del mismo. Lo hace en términos generales y también, sobre todo, en lo que toca al campo de la salud. En este momento ya existe, además, un convenio expreso de colaboración entre la Academia y la SEGG.

Décadas después del nacimiento de la Geriatría como especialidad, aún hay muchas comunidades autónomas que no cuentan con geriatras en sus hospitales. ¿Por qué aún no ha logrado implantarse en todos los hospitales de España?

Oficializar el reconocimiento de la geriatría y conseguir introducirla en las carteras de servicios de las distintas comunidades autónomas ha supuesto un esfuerzo ímprobo en el que hemos participado muchísimas personas con diferentes niveles de entusiasmo y de responsabilidad Esto ha sido así a nivel estatal, autonómico y hasta local, hospital por hospital. La geriatría llegó en unos momentos en los que la nueva red hospitalaria pública del país ya estaba conformada. Entrar en un sitio donde los espacios están repartidos, física y funcionalmente, resulta mucho más difícil que hacerlo cuando aún están vacíos como había ocurrido pocos años antes con la mayor parte de las especialidades.

El salto cualitativo más importante estimo que tuvo lugar a lo largo de la década de los noventa, pero aun hoy siguen existiendo resistencias en determinados lugares. Hubo que empezar por explicar lo que éramos y cómo funcionábamos, elaborar documentos y argumentar con números nuestra utilidad, realizar infinitas gestiones personales a lo largo del tiempo y vivir multitud de anécdotas y hasta situaciones esperpénticas que no tienen cabida en esta entrevista. Digamos que, a día de hoy, hasta aquellas comunidades autónomas inicialmente más reticentes, como la andaluza, la vasca o la valenciana han acabado aceptando la realidad de los hechos. También se ha avanzado en lo que podríamos llamar “letra pequeña”: algunos hospitales menores, el mundo residencial o sociosanitario y hasta focos colaborativos incipientes en el marco de la Atención Primaria. Por otra parte, la colaboración con sociedades científicas de otras especialidades, buscada por nosotros desde el principio, se está produciendo hoy de manera espontánea tanto, en el campo asistencial como en el de la investigación.

Oficializar el reconocimiento de la geriatría y conseguir introducirla en las carteras de servicios de las distintas comunidades autónomas ha supuesto un esfuerzo ímprobo en el que hemos participado muchísimas personas

¿Cómo se sitúa España respecto a otros países europeos?

Nuestra Sociedad fue una de las fundadoras de la IAG (Internacional Association of Gerontology) en 1950. Desde ese momento, profesionales españoles siempre han estado involucrados con mayor o menor intensidad en el mundo internacional. La colaboración con la geriatría de América Latina y con sus sociedades nacionales ha sido una constante. En Europa ha habido altibajos, pero desde finales de los 80 entiendo que el listón se ha mantenido alto. En estos 30-40 años se han celebrado en España un número importante de encuentros europeos y mundiales, oficiales y oficiosos. Al menos, una decena de españoles hemos ocupado puestos oficiales de primer nivel en organismos mundiales o europeos. Yo mismo he presidido durante seis años la sección clínica de la Región Europea de la IAG. La tradición se mantiene en la actualidad.

Con respecto a la situación de la geriatría –y de la gerontología- en otros países de nuestro continente es muy variable de unos lugares a otros. La referencia inicial, tanto en el campo doctrinal como en el de la aplicación práctica, tuvo lugar en el Reino Unido hacia los años 40, pero, desde entonces, la totalidad de países europeos dispone de sociedades locales más o menos activas. En el campo de la docencia universitaria, países como Reino Unido, Italia, Francia, Bélgica, los países bálticos y algunos más se nos adelantaron bastante en el tiempo. La primera cátedra universitaria de geriatría en España no se cubrió hasta 1999 en la Facultad de Medicina de la Complutense y, hasta hoy, no ha surgido aún ninguna otra 

¿Qué lugar ocupa la Geriatría en las Facultades de Medicina? ¿Por qué no hay más vocación docente para tratar a las personas mayores?

A mi juicio no es una cuestión de vocación. Geriatras con vocación docente ha habido y hay muchos en nuestra Sociedad. Si miramos hacia atrás, nuestro primer presidente, el catedrático de Patología Médica de la Universidad de Valencia profesor Manuel Beltrán Báguena, ya organizó en la segunda mitad de los años 40 unos cursos de doctorado en geriatría en su facultad de medicina, que fueron reconocidos como pioneros por la comunidad geriátrica internacional.

El problema es que, en un mundo tan competitivo como es el de la docencia universitaria, hacerse un hueco viene a ser como poner una pica en Flandes. Afortunadamente, a medida que las universidades van incorporando la geriatría en los programas curriculares de sus facultades de medicina, cosa que ha costado y cuesta mucho pero que cada vez se va extendiendo más, está creciendo el profesorado desde abajo. Es decir, en este momento existen ya bastantes decenas de profesores asociados de geriatría. La SEGG está intentando cuantificarlo. También un puñado de profesores numerarios, aunque lo sean a nivel de titulares, en varias facultades españolas. Mi sensación es que no tardaremos en tener un profesorado específico mucho más numeroso y extenso. En esto, como en todo, lo más difícil es echar a rodar. Y este paso está dado.

Sociedad Española de Geriatría y Gerontología

¿Qué opina del nuevo modelo asistencial que se está desarrollando, que define residencias más pequeñas, unidades de convivencia, aumento de la ratio de personal, etc.? ¿Cree que es viable?

El mundo residencial es una experiencia que yo sólo he vivido desde fuera. En todo caso, aunque con mucho margen para avanzar, la situación va a mejor. Especialmente si la vemos con la perspectiva de los últimos 40 años. No podía ser de otra manera, dado el punto desde el que se partía. Recuerdo como caóticos mis primeros años al respecto en la Sociedad. Había relativamente pocas residencias, pero cada cual era de su padre y de su madre, públicas y privadas, en cada caso con unos dueños distintos, grandes, pequeñas o muy pequeñas, de válidos o asistidas, mejor y peor dotadas en cuanto a personal y medios, poco profesionalizadas, con unas normas funcionales heterogéneas y con una inspección muchas veces meramente simbólica. Todo eso fue mejorando algo a medida que se fueron homogeneizando condiciones y exigiéndose unos mínimos administrativos, hasta que la llegada de la COVID-19 evidenció que estábamos muy lejos de una situación medianamente satisfactoria. 

Después, tanto desde el sector público como desde el privado, pienso que se están haciendo esfuerzos por recuperar una situación digna que permita a quienes deban acogerse a este tipo de alojamiento vivir en las mejores condiciones posibles. Se están diseñando y experimentando modelos como los que enumera la pregunta y sí, mi respuesta es optimista. Pienso que las posibilidades que van surgiendo y las que pueden estar por venir abren nuevas puertas a la esperanza sobre lo que puede ser el futuro del medio residencial. 

Las personas mayores expresan, mayoritariamente, su deseo de envejecer y permanecer en su hogar. ¿Es posible con los recursos actuales? ¿Qué sería necesario?

Se trata de un deseo razonable y muy mayoritario. Sin embargo, la experiencia en España y en cualquier otro país nos indica que existe un subgrupo de población mayor en el que no es posible conseguir este objetivo: personas sin domicilio, situación funcional física o mental que imposibilita mantenerse en casa, ancianos solos y aislados, situaciones de pobreza e indefensión extrema, etc. Para esas personas la residencia o las alternativas que vayan surgiendo siguen siendo una necesidad. 

Pienso que ante estas situaciones las distintas administraciones deben asumir el problema como propio y ofrecer apoyos, sobre todo en el caso de los estratos sociales más desfavorecidos. Apoyos imaginativos, no sólo económicos directos, sino, también, administrativos, funcionales, fiscales, etc. Llegarán hasta donde lleguen, siempre buscando multiplicar recursos y potenciar la eficiencia de los mismos. Pero esa tarea no corresponde sólo a los poderes públicos. Familia, instituciones privadas, órdenes religiosas con amplia tradición en el tema, ONGs, etc. deben colaborar en red a la hora de intentar ir solucionando los problemas, ajustándose a las peculiaridades específicas de cada situación. 

Seguimos hablando de coordinación sociosanitaria: ¿cuándo Sanidad y Servicios Sociales van a darse la mano?

Estamos ante un planteamiento que ni siquiera debiera ser objeto de debate. La única manera de avanzar es que las instituciones sanitarias y las que llamamos sociales vayan de la mano. Todo lo que no sea así es malgastar recursos y tirar piedras contra el propio tejado, además de resultar caro y disfuncional. Unos y otros problemas aparecen entremezclados y las soluciones deben enfocarse con ese telón de fondo. Puede no ser fácil conseguirlo. Jugamos con los “egos” y con opiniones y puntos de vista que pueden no confluir, pero es la única alternativa válida y debe ser potenciada desde las administraciones

En los últimos años están surgiendo iniciativas de cohousing o viviendas colaborativas. ¿Considera que es una alternativa real a las residencias?

En el mundo de las residencias –digamos en el mundo de la reubicación física de las personas mayores que lo precisan- las experiencias se están multiplicando. A mi juico toda iniciativa más o menos razonable en este sentido puede ser válida. Habrá que esperar a conocer mejor los resultados que se vayan publicando de cada una de estas experiencias, algunas de las cuales, por cierto, tampoco son excesivamente novedosas. Echo en falta más publicaciones con cierto rigor científico que muestren resultados y comenten lo que va ocurriendo en cada caso. En este terreno, el mundo sanitario va por delante. Es mucho más transparente y ofrece datos de sus avances con mayor frecuencia y rigor. Habría que actuar de una manera similar en otras áreas como aquellas que son objeto de este comentario.       

Y para finalizar, ¿cómo ve el futuro de la Geriatría en España?

Con optimismo. Tenemos el viento a favor. Eso que se suele llamar “masa crítica” ha crecido lo suficiente como para que no sea previsible una marcha atrás. Se han logrado superar los escollos iniciales, siempre los más difíciles. La demografía juega a nuestro favor y el contexto social y profesional en el que nos movemos, también. Percibo que la sociedad en su conjunto y los profesionales de cualquier ámbito relacionado con la salud –médicos o no-, son ya conscientes de nuestro trabajo y de los beneficios que podemos aportar a la sociedad, en general, y a su población de más edad, en particular.

A nivel asistencial ya no se nos discute, al menos, desde un punto de vista conceptual. Hemos crecido mucho, abarcamos áreas geográficas cada vez más amplias y continuamos haciéndolo. Con respecto al reto de la enseñanza ya he apuntado que, aunque nos queda un gran trecho por recorrer, estamos en el buen camino. Lo mismo en el marco de la investigación. Cada vez somos más solicitados para participar en proyectos conjuntos con otras entidades de todo tipo, nacionales e internacionales. En todo caso sigue vivo el mensaje de no dormirse. 

Es evidente que los desafíos se mantienen. Son muchos, vienen de todas partes y lo hacen cada día. Uno de ellos, consustancial con nuestros orígenes es el de la lucha permanente por el respeto y la participación social (inclusión o no-exclusión) de la población de más edad. Respecto a los principios éticos, el gran reto es la lucha contra el edadismo, especialmente en lo que tiene de discriminación por edad. En paralelo, el otro gran reto es la lucha por conseguir incrementar la participación activa de nuestra población de más edad en la sociedad. En todos los campos, incluidos por supuesto, aquellos que tienen que ver con la toma de decisiones.

Los desafíos se mantienen: la lucha permanente por el respeto y la participación social de la población de más edad. Respecto a los principios éticos, el gran reto es la lucha contra el edadismo 

José Manuel Ribera Casado

Perfil profesional

José Manuel Ribera Casado ha ocupado cargos de responsabilidad en diferentes instituciones, sociedades científicas y grupos de trabajo, tanto a nivel nacional como internacional. Ha sido vocal, vicepresidente y presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), así como vocal y presidente de la Comisión Nacional de la Especialidad de Geriatría, vocal del Consejo General de Especialidades Médicas, presidente de la Sección Clínica de la región europea de la IAG y ha formado parte de los órganos directivos de muchas otras.

En 1984, puso en marcha el Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos en Madrid, el primero en nuestro país ubicado en un hospital terciario, que dirigió hasta su jubilación en 2010. 

Asimismo, Ribera cuenta con numerosas publicaciones científicas y ha dirigido 80 tesis doctorales.

En la actualidad, es Catedrático Emérito de Geriatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina de España, donde ocupa el sillón nº15, denominado de “Geriatría y Gerontología”. Desde esos puestos y desde el patronato de las distintas fundaciones de las que forma parte se mantiene activo centrado, fundamentalmente, en tareas docentes y en actividades relacionadas con la educación sanitaria orientadas a la población de más edad.

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