Estos cambios en la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato pueden cambiar radicalmente la forma en que vivimos y nos relacionamos con los demás. Por ello, con el paso de los años, necesitamos más estimulación para ser conscientes de estas sensaciones.
En este contexto, y con una población mundial cada vez más envejecida, el sector sociosanitario tiene el reto de saber ajustar los entornos a los cambios sensoriales que se experimentan con la edad para garantizar el confort y el bienestar de las personas mayores. Saber cómo y cuándo realizar estos ajustes tiene un gran potencial para mejorar la calidad de vida, la satisfacción y la salud.
En el ámbito de la alimentación, por ejemplo, la experiencia en residencias nos ha demostrado que poner en marcha acciones para estimular los sentidos en el momento de las comidas ayuda a mejorar los niveles nutricionales de los residentes, reduciendo el riesgo de malnutrición y mejorando la experiencia y la confianza.
Como profesionales del sector, ofrecer una atención que se adapte a las necesidades cambiantes de las personas que atendemos es nuestra responsabilidad. Nuestros mayores merecen el mejor cuidado posible.
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