Para conocer cómo mejorar esta situación hablamos con José Manuel Alonso, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona y director del Máster Interdisciplinar en Prevención y Tratamiento de la Violencia Familiar: Infancia, Pareja y Personas Mayores. Este especialista asegura que los profesionales “son, en ocasiones, la única puerta de acceso para la detección y actuación ante las situaciones de maltrato”, e insiste en que deben estar formados correctamente para atender estos casos.
La violencia familiar es un problema mundial de salud pública, como ya definió la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2002 en su primer “Informe sobre violencia y salud”. Anteriormente, en 1986, el Consejo de Europa la había definido como «todo acto u omisión sobrevenido en el marco familiar por obra de uno de sus componentes que atente contra la vida, la integridad corporal o psíquica, o la libertad de otro componente de la misma familia, o que amenace gravemente el desarrollo de su personalidad».
En los últimos años la violencia en el entorno familiar ha cobrado especial relevancia debido, especialmente, a una mayor visibilidad social. El incremento de casos denunciados o detectados contribuye a mejorar el estudio sobre la incidencia de la violencia familiar, a garantizar el bienestar de los colectivos más vulnerables y a exigir una mayor calidad de las intervenciones profesionales e institucionales.
Bajo la imagen de progreso y de envejecimiento de la población puede aparecer una realidad oculta: el maltrato a las personas mayores. Esta situación es una amenaza grave, especialmente para aquellas personas vulnerables de edad avanzada y en las que aumenta la dependencia. Una situación que se oculta y que es muy poco reconocida socialmente. El maltrato que las personas mayores sufren por parte de sus cuidadores, familiares, instituciones, etc. conlleva una importante fuente de trastornos para la persona que los sufre.
Según datos de la OMS en el citado informe, las personas mayores maltratadas representan un 6 % del total de la población. El informe menciona la importancia que tienen los casos de suicidio y de autonegligencia en las personas mayores, que constituyen una de las principales causas de mortalidad en el mundo.
Según el último informe de la OMS del 2010, en Europa, 27 millones de personas mayores (19,4%) han experimentado abuso psicológico o emocional; 6 millones (3,8 %), abuso económico; 4 millones (2,7 %), abuso físico, y 1 millón (0,7 %), abuso sexual;.
El maltrato a personas mayores se describió por primera vez en el año 1975, en una carta publicada por G. R. Burston en la revista The British Medical. La Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado (Almería,1995) acordó la definición de maltrato como: “Cualquier acto u omisión que produzca daño, intencionado o no, que ocurra en el medio familiar, comunitario o institucional, que vulnere o ponga en peligro la integridad física, psíquica, así como el principio de autonomía o el resto de los derechos fundamentales del individuo, constatable objetivamente o percibido subjetivamente, con independencia de la intencionalidad o no y del medio en el que suceda”.
Es menos visible, hay más tabú, se detecta menos, las víctimas tienen más dificultades para notificarlo, etc. Por si fuera poco, además hay pocos planes, programas y servicios especializados en detectar, atender y prevenir.
Existe un discurso edadista (discriminación por edad) latente en la sociedad, donde imperan los estereotipos negativos y la culpabilización de los mayores y según el cual los recursos invertidos en mayores no podrán recuperarse. Esto sucede especialmente si se habla de los recursos sanitarios, dado que los mayores son quienes más recursos sanitarios consumen, tanto en gasto farmacéutico, como en ocupación de camas hospitalarias y en atención primaria (Informe SESPAS) y de recursos sociales.
Afortunadamente disponemos de miles de profesionales que trabajan, a nivel público y privado, en atención primaria y en atención especializada en diferentes ámbitos: psicosociales, sanitarios, educativos, de seguridad, jurídicos, etc.
Desafortunadamente, el nivel de formación adecuado para la detección, derivación, tratamiento y prevención de las manifestaciones de las diversas violencias familiares es todavía escaso. A veces, algunos profesionales tienen formación sobre un tipo de violencia familiar, pero hay pocos profesionales que tengan la visión global de los diferentes tipos de violencia familiar que trabaja nuestro máster y postgrado.
Se requieren múltiples, pero destacaría además de un compromiso deontológico, las capacidades y habilidades de trabajo en equipo y en red. Cualquiera de los profesionales del campo sociosanitario va a necesitar la colaboración de otros especialistas para, en muchos casos, poder hacer un diagnóstico o un abordaje integral de la situación de maltrato o violencia, de manera que la atención que se pueda dispensar suele ser fruto de un trabajo concertado entre varios servicios o dispositivos.
Debido a la multiplicidad de servicios que intervienen en este ámbito es imprescindible planificar el proceso de atención adecuadamente y establecer una buena colaboración y coordinación entre todos los agentes que intervienen. La atención a estas problemáticas no es responsabilidad exclusiva de ninguno. A menudo, los servicios y profesionales pueden y han de intervenir con diferentes grados de implicación.
Afortunadamente existen iniciativas piloto que habrían de generalizarse, por ejemplo:
Los profesionales son, en ocasiones, la única puerta de acceso para la detección y actuación ante las situaciones de maltrato. Los profesionales que con mayor frecuencia pueden ser la puerta para la detección de maltrato son los profesionales de los servicios sociales, los servicios de salud, los cuerpos de seguridad y los fiscales. Hace falta describir las situaciones de riesgo o de maltrato, conocer los perfiles y comportamientos de las víctimas y de los agresores, conocer e identificar los indicadores de abuso y negligencia en cualquier medio, sea institucional o domiciliario y, finalmente, notificar de forma idónea cada situación.
Disponemos de diferentes herramientas: por ejemplo, el EASI y/o H-S/EAST (Test de cribaje de malos tratos a ancianos), el CASE (Test de cribaje al cuidador), los listados de Factores de riesgo principales y de indicadores por tipo cada tipo de maltrato a mayores:
Hay indicadores específicos físicos, psicológicos, económicos, de abuso sexual, negligencia, etc. Entre los indicadores generales podemos destacar:
En primer lugar, no eludir la responsabilidad ante una situación de sospecha de maltrato, o se crea incluso que no es de la competencia de nuestra profesión. También puede ocurrir que se diluya la responsabilidad entre los distintos profesionales capaces de asumirla.
A su vez, en la relación mantenida con los ancianos existen ciertas actitudes que pueden considerarse fuente de malos tratos:
Es una formación interdisciplinar de dos años (que da acceso al título de máster), y cursando el primer año da acceso al título de postgrado. Está dirigido a personas licenciadas y diplomadas de los ámbitos psicosociales, sanitarios, educativos, de seguridad y jurídicos que buscan mejorar su preparación en unas temáticas que requieren cada vez más de un conocimiento especializado pero una mirada más holística.
Llevamos impartiendo el máster hace 13 años y no hemos encontrado ningún otro máster ni en castellano ni en inglés, que aborde por igual las tres principales tipologías de las violencias familiares: violencia contra la infancia y adolescencia, entre la pareja y contra las personas mayores; tampoco abordan a la vez su prevención y tratamiento de forma interdisciplinar y a través de una metodología online y con prácticas presenciales en el segundo año.
Principalmente busca capacitar a profesionales para poder detectar, evaluar y tratar las distintas modalidades de la violencia familiar, así como prevenirla. Para ello, en los dos cursos que integran el máster se persiguen tres objetivos: proporcionar las bases conceptuales, actitudinales y procedimentales necesarias para la comprensión, prevención, detección, evaluación y tratamiento de violencia familiar. En segundo lugar, dar a conocer las técnicas y las metodologías a través de los recursos y programas existentes, y finalmente, crear un espacio para la reflexión y la discusión en grupo, desde una perspectiva interdisciplinar para el diseño de proyectos de investigación-intervención.
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