La incontinencia urinaria se considera uno de los grandes síndromes geriátricos por su prevalencia e importante incidencia física y psicosocial en las personas mayores. “Aproximadamente el 70 % de las personas mayores de 70 años sufren algún tipo de incontinencia”, afirma la uróloga y coordinadora nacional del Grupo de Urología Funcional, Femenina y Urodinámica de la Asociación Española de Urología, Blanca Madurga, que puntualiza que, aunque en las personas más jóvenes esta alteración es más frecuente en las mujeres, “a esta edad, la prevalencia se iguala entre sexos”. No obstante, los especialistas aseguran que la incontinencia urinaria no es algo normal en la vejez y, por tanto, aconsejan consultar al médico cuando exista cualquier escape de orina que provoque molestias.
Por su parte, los profesionales sanitarios también deben ser proactivos y peguntar a las personas mayores de 65 años sobre sus hábitos y síntomas urinarios para diagnosticar y tratar precozmente este síntoma y evitar posibles complicación. Este simple gesto puede ayudar a muchas personas a hablar sobre esta cuestión, que en muchos casos, sigue siendo tabú. De hecho, un dato llamativo es que solo un tercio de las personas con incontinencia consulta a su médico por este problema. Con lo cual, desde la guía de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), se recomienda recoger este dato de forma sistemática en la historia clínica, “sobre todo en ancianos frágiles, con deterioro funcional, con polifarmacia, en proceso médico agudo y/o alta hospital reciente”.
Algunas causas de la incontinencia en la persona mayor vienen unidas al paso de los años porque, con el envejecimiento, se producen algunos cambios en el tracto urinario que predisponen a la incontinencia urinaria. No obstante, de forma aislada, estos cambios no son suficientes para originar el problema. Como explica la Coordinadora Nacional del Grupo de Urología Funcional, Femenina y Urodinámica de la Asociación Española de Urología: “La prevalencia de la vejiga hiperactiva, que ocasiona incontinencia urgencia, aumenta conforma se van cumpliendo años. Y, en el caso de la mujer, con la edad, aparece más incontinencia urinaria de esfuerzo, debido a la laxitud de musculatura y ligamentos del suelo pélvico, entre otras causas”.
También hay enfermedades que están más directamente relacionadas con la aparición de incontinencia. “En el varón más joven, suele aparecer tras cirugía de la próstata, uretra o vejiga. En la mujer está relacionado con la paridad o la menopausia. También el tabaquismo y las enfermedades pulmonares tienen una gran influencia”, sostiene la doctora Madurga.
Por otra parte, existen algunos factores comunes, como la obesidad. Además, hay que tener en cuenta que enfermedades neurológicas, como la esclerosis múltiple o enfermedad de Parkinson, también producen alteraciones en la vejiga que provocan ciertos tipos de incontinencia urinaria.
Algunas investigaciones también relacionan el deterioro funcional con los escapes de orina. La disminución de la movilidad por fracturas de cadera, úlceras de presión o artropatía severa y un peor percepción de la salud se asocian con incontinencia.
También los fármacos psicótropos, que son aquellos que actúa sobre el sistema nervioso (analgésicos, benzodiacepinas), y los diuréticos, empleados en para problemas cardiovasculares, producen urgencia miccional y pueden favorece o empeorar la incontinencia.
La incontinencia urinaria tiene tratamiento. La uróloga Blanca Madurga subraya: “Toda incontinencia se puede tratar, aunque no toda es curable”. Hay casos como, por ejemplo, pacientes con demencia severa o secuelas neurológicas irreversibles o con condición física muy deteriorada por una enfermedad crónica en los que la incontinencia puede ser más difícil de curar. Pero, como insiste la doctora Madurga, “siempre podemos ayudar a nuestros pacientes”, pero es preciso individualizar cada caso. Algunos estudios reflejan que con el tratamiento correcto es posible recuperar la continencia en un 30 o 40 %.
El primer paso es realizar una evaluación exhaustiva y multidimensional que determine el diagnóstico y tratamiento oportuno. Para ello, según la coordinadora nacional del Grupo de Urología Funcional, Femenina y Urodinámica de la Asociación Española de Urología, se deben tener en cuenta múltiples factores clínicos, farmacológicos, funcionales y ambientales, así como la repercusión de la incontinencia en su vida: “El paciente mayor suele tener patologías crónicas, por lo que necesitan múltiples medicaciones. Así que tenemos que hacer una historia clínica profunda que incluya la medicación que toma cada paciente. En ocasiones, modificando los horarios de las tomas de estos fármacos, podemos “curar” problemas como la nicturia (levantarse a orinar muchas veces por la noche), que tanto perjudica la calidad de vida de nuestros pacientes mayores”.
Una vez detectado el tipo de incontinencia y las causas, se debe ofrecer un plan terapéutico adaptado a las características del paciente: “Se debe abordar desde la perspectiva del paciente. No es lo mismo la persona activa o la sedentaria, el paciente mayor que el joven. Tenemos que ponernos en sus zapatos y proporcionarle la mejor solución. Siempre podemos mejorar”, indica esta especialista.
Para la prescripción del tratamiento es preciso conocer la causa y el tipo de incontinencia. Una vez se tienen estos datos, se plantea las opciones más interesantes según cada caso. Entre las más frecuentes, se encuentran las siguientes:
Entrenamiento vesical. Consiste en programar un horario estricto para miccionar, con el objetivo de para entrenar a la vejiga a almacenar mayor cantidad de orina y durante más tiempo. Asimismo, se aprender a controlar mejor la necesidad de acudir urgentemente al baño. El tratamiento puede durar hasta seis meses en los que se irán eliminando malos hábitos para conseguir espaciar cada vez más el tiempo entre visitas al baño. Las mejoras pueden empezar a observarse a partir de las primeras semanas de entrenamiento.
Técnicas de rehabilitación. Están enfocadas a mejorar la musculatura del suelo pélvico y el esfínter para evitar las pérdidas de orina. Se indican sobre todo como tratamiento de incontinencia de esfuerzo, pero también se ha mostrado útil para la incontinencia de urgencia. Para mejorar el tono del periné e incrementar el aguante a la presión se realizan ejercicios del suelo pélvico o ejercicios de Kegel.
Técnicas de electroestimulación. Estas técnicas también sirven para la rehabilitación de la musculatura, en este caso a través de corrientes eléctricas sobre la musculatura. Se aplica mediante electrodos intravaginales o intrarectales.
Fármacos. Están especialmente indicados para la incontinencia de urgencia, porque actúan inhibiendo las contracciones involuntarias de los músculos, que es lo que provoca los escapes en estos casos.
Cirugía. La cirugía está reservada para las pacientes en las que han fracasado los tratamientos conservadores. Existen en torno a 200 procedimientos quirúrgicos diferentes. Los tratamientos más habituales son la cirugía de bandas, la cirugía con minicintas y la toxina botulínica. En los dos primeros casos consiste en introducir bandas o minicintas debajo de la uretra que se inserta a través de una pequeña incisión vaginal.
El diagnóstico del tipo de incontinencia es básico para poder empezar a tratar al paciente, pero existen medidas de intervención comunes a todos los tipos de incontinencia urinaria. La uróloga enumera los consejos que los especialistas dan, como primera línea de tratamiento, a sus pacientes con cualquier tipo incontinencia urinaria:
Por su parte los profesionales sanitarios pueden ayudar a los pacientes explicando, informando y trasmitiendo que el problema se puede mejorar o, como mínimo, aprender a convivir con él. También deben promover la autoimagen y autoestima y enseñar cómo mejorar la higiene personal.
Los retos con respecto a la incontinencia son seguir avanzando en los tratamientos, “pero sobre todo en la educación de la prevención”, señala la coordinadora del Grupo de Urología Funcional, Femenina y Urodinámica de la Asociación Española de Urología. Según esta experta, “debemos conseguir que la sociedad se conciencie de que no es una enfermedad que avergüence a quien la padece, es una enfermedad que no hay que esconder. Tienen que consultar a su urólogo. Saber que en muchos casos tiene solución, y que no hay que pasar obligatoriamente por las compresas como única solución”.
*Fuente: Guía de Buena Práctica Clínica de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG)
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