Opinión

Comunidades de cuidados: otras formas de convivir son posibles (y necesarias)

Javier del Monte, coordinador de Comunidades de cuidados

Comunidades de cuidados es un proyecto de innovación e investigación orientado a generar modelos alternativos de convivencia y de cuidados que tengan en cuenta la atención y apoyos que todas las personas necesitamos a medida que envejecemos. Consiste en múltiples experiencias piloto en dos tipos de entornos: cooperativas de cohousing y pequeñas poblaciones rurales.

Nuestro objetivo a medio plazo es normalizar este tipo de entornos cuidadores, basados en la corresponsabilidad y el apoyo mutuo, incluso cuando se den situaciones de grandes necesidades de apoyo o dependencia. Con ello, tratamos de dar respuesta a una nueva realidad social caracterizada por factores como la longevidad, cambios profundos en las relaciones personales y familiares -en gran medida a raíz de los avances feministas- y el deseo mayoritario de vivir en el propio hogar el mayor tiempo posible, idealmente hasta el final de la vida, con dignidad y autonomía.

En términos operativos, hemos desplegado cuatro líneas de trabajo. La primera está dedicada a impulsar el cohousing o viviendas colaborativas en cesión de uso. Acompañamos a siete cooperativas que están en proceso de formación en el diseño y planificación de sus propias estrategias de cuidado para hacer posible el cohousing para toda la vida, es decir, que quienes residan allí puedan hacerlo hasta el final si ese es su deseo, y que esas vidas sean “vidas con sentido”. Aportamos metodologías flexibles y apoyo profesional experto en gerontología y dinamización comunitaria.

La segunda línea de trabajo consiste en la evaluación del impacto en la calidad de vida de las personas que ya están viviendo en comunidades de cohousing. La experiencia de los grupos pioneros, que comenzaron su andadura hace unos años, es fundamental para proporcionar datos rigurosos que permitan determinar en qué medida es aconsejable expandir el modelo de cohousing sénior e identificar qué factores o actuaciones tienen mayor impacto en la calidad de vida en el seno de este tipo de cooperativas.

En tercer lugar, activamos estrategias e iniciativas de apoyo mutuo en seis poblaciones del ámbito rural para favorecer la permanencia en el entorno de las personas mayores, mediante proyectos y servicios comunitarios y el impulso a las redes vecinales y de voluntariado. En cada localidad, tanto el diagnóstico de las necesidades como la planificación de las actuaciones se realizan con la participación de distintos agentes comunitarios.

Una cuarta línea de trabajo tiene que ver con la sensibilización, formación e incidencia. Al tratarse de innovación e investigación, Comunidades de Cuidados tiene como prioridad generar conocimiento y evidencias. El objetivo último es pasar de un modelo institucional de cuidados que sabemos agotado a otro basado en la comunidad, con un enfoque de Atención Integral y Centrado en la Persona y en el que se refuercen las políticas y servicios sociales públicos desde una visión no asistencialista.

En línea con este último punto, es interesante destacar que Comunidades de cuidados forma parte de un conjunto de 20 proyectos piloto que se están llevando a cabo en todo el Estado y que están vinculados con la Estrategia de Desinstitucionalización, que se propone impulsar el desarrollo de los servicios comunitarios y la transformación del modelo de apoyos y cuidados, poniendo en el centro los derechos y el proyecto de vida de cada persona, en particular, personas mayores, personas con discapacidad, infancia y adolescencia y personas en situación de sinhogarismo.

Resulta obvio, más si cabe tras lo ocurrido durante la pandemia por COVID-19, que necesitamos nuevos referentes convivenciales mejor adaptados a un contexto social que se transforma rápidamente, en el que las personas mayores representan un sector de población creciente, activo y sumamente diverso, que reivindica el valor de esta etapa vital a nivel personal y colectivo y que no se resigna a las etiquetas tradicionales que excluyen y, en cierto sentido, descartan, a las personas mayores como sujetos de pleno derecho.

Es igualmente obvia la necesidad de modernizar el sistema público de servicios sociales, dotarlo de los recursos económicos, normativos y técnicos necesarios para adaptarlo a la nueva realidad social y lograr que sea plenamente respetuoso tanto con los derechos de quienes perciben los cuidados como de quienes los prestan. Solo así será realidad la nueva economía de los cuidados.

Tanto Comunidades de Cuidados como el resto de los proyectos piloto citados suponen un intento, desde la colaboración público-social, de dar respuesta a ese reto fundamental.

REDACCIÓN BALANCE

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