El Círculo Empresarial de Atención a las Personas (CEAPs) y Grupo M han presentado, por primera vez en Canarias y con el apoyo de instituciones como Cruz Roja y AECC Canarias, el «Traje Max». Se trata de una tecnología de simulación de envejecimiento que permite a los profesionales del ámbito sociosanitario experimentar, en primera persona, las limitaciones físicas y sensoriales que afectan a miles de personas mayores o en situación de Dependencia.
Este lanzamiento ha tenido lugar en Santa Cruz de Tenerife, donde profesionales del Gobierno de Canarias, cabildos insulares, colectivos como Parkinson Tenerife, estudiantes, personal del Servicio de Ayuda a Domicilio y entidades del Tercer Sector se están reuniendo, durante esta semana, para profundizar sobre la actualidad del sector.
“En la Sanidad y en los cuidados es esencial la empatía, comprender lo que siente la persona a la que atendemos. Con el Traje Max logramos que esa comprensión se vuelva tangible, real, corporal”, ha afirmado José Manuel Guzmán, presidente de CEAPs Canarias y CEO de Grupo M. “Hemos apostado por traer a las Islas esta herramienta porque sabemos que cuando se experimenta el envejecimiento en primera persona, cambia radicalmente la forma de cuidar. No es solo formación, es transformación”, ha añadido.
Además, ha destacado que, «tanto en España como en otros países, no se transmite qué es cuidar personas». «No es atender a un niño. Eso es edadismo. La persona mayor tiene conocimientos adquiridos y experiencias que el menor no, y hay que respetar sus gustos y su historia de vida”, explica Guzmán.
Las limitaciones del envejecimiento: fragilidad, visión o audición
El responsable de ofrecer la formación es Stephan Biel, experto en simulación y fundador de Biel Consulting, quien ha implantado este sistema en España con más de 4.000 profesionales formados. Biel ha explicado que el traje, compuesto por elementos que limitan la movilidad, la visión, la audición y la fuerza, permite entender cómo se vive una realidad que a menudo se juzga desde fuera. “Hemos sentido lo que sienten quienes viven con dependencia, y eso nos permite cambiar la mirada”, ha indicado. “La simulación del efecto de las cataratas por ejemplo, de cómo se perciben los colores, de la pérdida del campo de visión o de otras patologías”, contaba Biel.
Por su parte, Martín Belda, uno de los profesionales de SAD que se han puesto en la piel de las personas usuarias explicaba tras experimentar la acción que “no entiendes hasta que lo comprendes, y esto es la empatía. Como cuidador te puedes imaginar cómo se siente la persona pero a través de esta actividad logramos. Hoy he conseguido herramientas para ser mejor profesional”.
Además, Jenni Daza, también auxiliar explicaba que “he entendido mucho mejor a una de mis usuarias que tiene problemas en las rodillas y le cuesta mucho moverse”. “tienes sensación de tristeza de ser incapaz de hacer las cosas, de estar sola y también sensación de impotencia al no poder hacer las cosas” añadía.
Una reflexión emocional y profesional
Tras una explicación sobre cómo se pierde la autonomía personal y cómo frenar al máximo posible teniendo en cuenta que no se puede parar, y un intercambio de experiencias entre los profesionales del sector social y sanitario, los talleres ofrecen a los participantes la posibilidad de realizar las actividades cotidianas (caminar, subir escalones, leer, agarrar un vaso, ponerse crema, abotonarse una camisa) mientras llevan el Traje Max, de entre 15 y 23 kilos de peso, adaptados a la estatura y sexo de las profesionales, generan un potente impacto emocional y profesional. Quienes han participado han coincidido en destacar cómo la experiencia les ha hecho reflexionar sobre su propio modo de tratar, acompañar y asistir.
“El deterioro cognitivo incapacita para el desarrollo de actividades comunes como agarrar los cubiertos en la comida, y es necesario que los profesionales conozcan cómo funciona el cerebro de las personas con diferentes capacidades para ser capaces de responder en base a sus realidades, no a las nuestras”, añadía el especialista.
Tecnología aplicada a los cuidados
Una de las características demostradas, además, es la necesidad de adaptación a cada persona. Por ejemplo, la diferencia de capacidades entre aquellos pacientes y/o usuarios que residen en el entorno urbano o en el rural, así como los que tienen pluripatologías, deterioro cognitivo, o diversidad funcional.
“¿Cuántas veces vemos que las personas se sientan y se dejan caer? En ocasiones es porque no hay la suficiente fuerza en las piernas y eso es porque con el envejecimiento disminuye la capacidad de absorción de oxígeno, la densidad ósea y eso se suma a que hay una masa muscular más baja”, señalaba el responsable del programa de formación.
Como explica durante el taller Biel: “se trata de ofrecer cuidado basado en la evidencia. Si la persona tiene problemas de estabilidad en el baño, por ejemplo, el hecho de agarrarla ofrece seguridad. Esa es la parte del cuidador que tengo que aplicar y es particular”.
“La tecnología tiene sentido cuando está al servicio de las personas. Y hoy hemos comprobado que es posible unir ciencia, empatía y cuidado”, ha concluido Guzmán.