Depresión en las personas mayores.

Depresión en las personas mayores: síntomas y abordaje

El bienestar físico y emocional son un binomio indisoluble que debemos atender en igualdad de condiciones en todas las etapas de la vida, sobre todo en edades avanzadas. Considerar los síntomas propios de la depresión como un estado normalizado asociado al envejecimiento, dificulta y retrasa su diagnóstico. Por ello, tanto los profesionales como los familiares que conviven con las personas mayores deben prestar especial atención a cambios en su comportamiento o estado de ánimo ante, por ejemplo, situaciones de soledad no deseada, la pérdida de un ser querido o una enfermedad que limita su autonomía. Si alguna de estas situaciones viene acompañada de la aparición de agotamiento, tristeza, apatía, desinterés, nerviosismo o irritabilidad que perduran en el tiempo, hay que valorar un correcto abordaje de la depresión.

La depresión es un trastorno mental que afecta al estado de ánimo durante largos periodos de tiempo. Va mucho más allá de un sentimiento pasajero de tristeza, que puede ser una reacción normal ante experiencias de pérdida, estrés o cansancio.

El vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), Manel Sánchez

“La depresión supone un pensamiento persistente de pesar, desesperanza, falta de ilusión y de capacidad para disfrutar de actividades habitualmente placenteras e, incluso, ausencia de expectativas. También pueden aparecer sentimientos de inutilidad o ideas injustificadas de culpa, a veces, tan exageradas que pueden llegar a considerarse delirantes”, explica el vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), Manel Sánchez.

Todos estos sentimientos permanecen durante casi todo el día y a lo largo de un periodo de tiempo de, al menos, dos semanas seguidas. Y en depresiones graves, continúa el experto, “la persona puede llegar a albergar ideas de muerte o suicidio como única salida ante el sufrimiento presente”.

La depresión en las personas mayores es más frecuente de lo que, en un inicio, podríamos imaginar. En este sentido, Manel Sánchez asegura que puede variar en función del entorno donde se evalúe: “Puede darse en un 3 % de ancianos que viven en la comunidad; en un 5 % de los que acuden a las consultas de Atención Primaria; en un 15-25 % de los que viven en residencias; en el 50 % de los ingresados en el hospital; en un 25 % después de haber sufrido un accidente cerebrovascular; en casi un 25 % de personas con enfermedad de Alzheimer o en un 33 % de los que sufren enfermedad de Parkinson”.

Por otra parte, la depresión en las personas mayores puede variar desde grados leves con sentimientos fluctuantes de tristeza, apatía o desinterés variable por el entorno hasta incrementos de la desesperanza (no ver futuro ni solución a los problemas), pasando por un estrechamiento progresivo del escenario vital o la aparición de pensamientos acerca de que la vida no vale la pena, de que morirse sería lo más deseable. “En los casos más extremos, la persona mayor puede hasta llegar a planear seriamente el modo de provocarse la muerte”, apunta Manel Sánchez.

La dificultad de un diagnóstico correcto 

El problema es que no siempre resulta sencillo realizar un diagnóstico correcto en las personas de más edad. A este respecto, el experto de la SEPSM afirma que una de las principales dificultades es considerar, a priori, los síntomas propios de la depresión como un estado normalizado e inevitablemente asociado al envejecimiento. “Incluso, podemos encontrarnos a personas mayores autojustificando su estado depresivo expresando que son cosas de la edad”, señala. Pero esto no sucede solo por parte de la persona mayor que está sufriendo depresión, “sino que también su entorno más inmediato tiene dificultades para entender que los cambios de comportamiento observados en su familiar corresponden a una depresión”. 

El vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental lamenta que el origen de estos comportamientos se encuentre en prejuicios sociales que tienen consecuencias muy negativas en la salud mental de las personas mayores, “conduciendo a conductas nihilistas para el diagnóstico y el tratamiento, que en no pocos casos se retrasan significativamente, empeorando de manera notable el pronóstico de la depresión en las personas mayores”. Esta actitud está directamente relacionada con el edadismo o la discriminación por razón de edad, “que puede afectar a generaciones más jóvenes e, incluso, también a los profesionales de la salud”.

Una de las principales dificultades para diagnosticar la depresión en las personas mayores es considerar los síntomas como un estado normalizado e inevitablemente asociado al envejecimiento

Principales causas

Aunque la aparición de la depresión en la vejez está vinculada a problemas neurodegenerativos o vasculares, o ambos a la vez, e incluso a otras enfermedades de aparición más común en edades avanzadas, existen otras causas importantes a tener en cuenta:

  • Aislamiento y soledad no deseada.
  • Cambios bruscos en el día a día como, por ejemplo, un cambio de domicilio.
  • Pérdidas recientes y cada vez más frecuentes de seres queridos: familia o amigos.
  • Limitaciones funcionales que dificultan la participación de la persona mayor en las actividades de la vida diaria.
  • Aparición de dependencia de alcohol de inicio tardío. 
  • La interacción de algunos fármacos. 

Depresión en las personas mayores.

Síntomas de la depresión en las personas mayores

Como ya ha comentado explica Manel Sánchez, la depresión en la persona mayor supone una patología clínica frecuente, “que va desde los síntomas de desvitalización reactivos a condiciones ambientales adversas, generalmente de intensidad leve, hasta la idea suicida en el contexto de cuadros depresivos graves”. 

Los síntomas más destacados se resumen en los siguientes: 

  • Síntomas físicos, como pérdida de energía o fatiga constante.
  • Síntomas emocionales:
    • Aburrimiento, tristeza o apatía. Las personas dejan de mostrar interés por el mundo que les rodea, evitando tomar decisiones. 
    • Inseguridad y baja autoestima también comienzan a exteriorizarse.
    • Nerviosismo o inquietud e irritabilidad. Llama la atención especialmente en personas que nunca han mostrado esas actitudes. 
    • Delirios y miedo injustificado.
    • Sentimiento de inutilidad.
  • Alteraciones cognitivas leves, unido a la acentuación de determinados rasgos de personalidad que antes estaban alineados con el resto de la persona. 
  • Presencia de dolor inexplicable o dolor crónico. 
  • Algunos trastornos de conducta. 

En la edad avanzada es frecuente que estos síntomas no siempre sean bien identificados en un primer momento. “La mayoría suelen identificarse como causa razonable de los cambios de humor y no como una enfermedad, lo que suele enmascarar los síntomas, retrasar el diagnóstico por parte de los profesionales y, como consecuencia, el inicio del tratamiento”, explica Manel Sánchez.

El entorno más cercano de la persona mayor también tiene dificultades para entender que los cambios de comportamiento observados en su familiar corresponden a una depresión

¿Cómo prevenir la depresión?

Algunos comportamientos o medidas contribuyen positivamente a la prevención de la aparición de algunos tipos de depresión. Por ejemplo:

  • Evitar la soledad, manteniendo las relaciones sociales. 
  • Realizar algún tipo de ocupación habitual, que reavive el sentimiento de utilidad.
  • Actividad física regular.
  • Mantener una buena higiene del sueño.
  • Llevar una alimentación sana y equilibrada.

Factores de riesgo 

Las causas que provocan depresión en las personas mayores dependen de varios factores de riesgo, a menudo mezclados entre ellos o cambiantes a medida que avanza la edad. El experto de la SEPSM los clasifica de la siguiente manera:

  • Factores de riesgo biológicos, que se dan con mayor frecuencia a medida que aumenta la edad, como algunos factores genéticos (alteraciones en el gen transportador de la serotonina), sexo femenino, disfunción de neurotransmisores (hipoactividad serotoninérgica), cambios endocrinos (niveles elevados persistentes de cortisol) y cambios vasculares (depresión vascular secundaria a lesión vascular subcortical). Resulta llamativo también que algunas enfermedades frecuentes en la edad avanzada se asocian a prevalencias elevadas de depresión: cáncer (42 %), cardiopatía isquémica (45 %), enfermedad cerebrovascular (47 %) y enfermedad de Parkinson (39 %), así como enfermedades psiquiátricas como el trastorno de ansiedad cronificado o la mayoría de los trastornos de la personalidad.
  • Factores de riesgo psicosociales, que incluyen aspectos psicológicos como algunos atributos de la personalidad (por ejemplo, la desesperanza y la ambivalencia), el neuroticismo elevado (inestabilidad emocional) o las distorsiones cognitivas (por ejemplo, tendencia a los sentimientos de abandono cuando se quedan solos por breves períodos), así como el afrontamiento temeroso de la vejez o la expectativa angustiada de la proximidad de la muerte.
  • Factores de riesgo sociales. Se producen cuando suceden algunos eventos estresantes de la vida (por ejemplo, la muerte de un familiar o amigo cercano o un cambio de residencia), el estrés crónico o tensión (por ejemplo, vivir en un vecindario inseguro) o un bajo nivel socioeconómico. Entre estos factores adquieren una importancia especial las situaciones de soledad, real o percibida por la persona mayor, (como en el caso de la convivencia con una pareja afectada por una demencia). Es un hecho que las personas mayores que viven solas o alejadas de la familia y/o amigos tienen un riesgo elevado de presentar síntomas depresivos clínicamente significativos. En estos casos, los síntomas leves de depresión aparecidos por esta circunstancia son un factor de riesgo para padecer síntomas más severos más adelante.

“Factores biológicos, psicológicos o sociales se entrelazan, aliándose en muchos casos para doblegar la resistencia emocional de la persona mayor, a menudo precipitado por un evento al que suele atribuírsele un carácter causal, cuando frecuentemente se trata solamente de un desencadenante, el último en actuar sobre un estado emocional previamente frágil”, subraya Manel Sánchez.

Las personas mayores que viven solas o alejadas de la familia y/o amigos tienen un riesgo elevado de presentar síntomas depresivos clínicamente significativos

Abordaje de la depresión

El vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental explica que el tratamiento habitual de la depresión en las personas mayores incluye diversos tipos de psicoterapias como, por ejemplo, la terapia interpersonal, la logoterapia, terapias dinámicas o terapias cognitivo-conductuales, entre otras. Y tratamientos con psicofármacos, fundamentalmente los antidepresivos, “aunque también pueden utilizarse estimulantes, litio o algunos antipsicóticos en condiciones determinadas”. 

Es usual que el inicio de la mejoría en las personas mayores se demore durante más tiempo que en el adulto más joven o que las tasas de respuesta sean algo menores. En estos casos, asegura Manel Sánchez, conviene identificar sobre qué síntomas se pretende actuar: sueño, comportamientos obsesivos, anhedonia (incapacidad para experimentar placer, pérdida de interés o satisfacción), llanto, etc. En cualquier caso, asegura el experto, no hay que esperar siempre una remisión completa de todos los síntomas “y debemos valorar muy bien los posibles efectos secundarios”.

“Finalmente, conviene no olvidar la utilidad de la terapia electroconvulsiva, especialmente eficaz en personas mayores con depresiones graves o con riesgo vital a corto plazo”, concluye el vocal de la SEPSM.

Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en LinkedInCompartir en WhatsApp