Sanidad

Recomendaciones para prevenir el riesgo de caídas en las personas mayores institucionalizadas

Las caídas son uno de los principales problemas de salud, y uno de los síndromes geriátricos más prevalentes en los adultos mayores. Aproximadamente un tercio de las personas mayores de 65 años se caen al menos una vez al año. Esta prevalencia es mayor en aquellas que residen en centros sociosanitarios. De hecho, según la geriatra y especialista del Servicio de Geriatría de la Fundación Jiménez Díaz, Ana Isabel Hormigo, “más de la mitad de este grupo se caen al menos una vez al año”. La razón: “los adultos mayores institucionalizados suelen ser más frágiles y presentan mayor deterioro cognitivo y/o funcional, mayor comorbilidad y polifarmacia, motivos que hacen que sean más vulnerables a presentar caídas”, explica la doctora Hormigo. Por todo ello, los expertos consideran fundamental que los profesionales que trabajan en la atención a este colectivo se formen adecuadamente y conozcan las causas, consecuencias, cómo y cuándo realizar una valoración y qué herramientas son más eficaces para prevenir estos eventos que comprometen el bienestar y calidad de vida de la persona que los sufren.

Las caídas pueden tener graves consecuencias para la persona mayor, porque aumentan la morbilidad, mortalidad y dependencia. Así lo asegura la doctora Hormigo: “Son la principal causa de lesión y la quinta causa de muerte en las personas mayores. Provocan una elevada morbilidad, especialmente por un deterioro en la funcionalidad, tanto por lesiones directas (fracturas) como por el miedo a caer de nuevo. Esto último, en algunas ocasiones, resulta muy invalidante y tiene una enorme repercusión en la calidad de vida”. Sin embargo, su prevalencia es alta. A partir de los 65 o 70 años, las personas corren más riesgo de caídas, y éste aumenta exponencialmente en pacientes octogenarios. 

Debido al impacto que representa esta problemática, la geriatra de la Fundación Jiménez Díaz considera que son necesarios programas de intervención y guías de recomendaciones para un abordaje global en los diferentes ámbitos asistenciales: Atención Primaria, hospitales y residencias de mayores. “El objetivo es establecer protocolos de prevención de caídas. Estos deben esatr adaptados a las características que cada uno de ellos presenta. Además, deben evitar el posible miedo a caer que puede quedar tras una primera caída”, concreta. Y, para ponerlos en práctica de manera eficaz, resulta crucial la formación de los profesionales.

Las estrategias dirigidas a la prevención de caídas incluyen la valoración de los factores de riesgo y su abordaje. Por tanto, el primer paso es conocer los posibles desencadenantes en este grupo poblacional. 

Factores de riesgo

Los factores de riesgo de caídas en las personas mayores son muy variados. Además, suelen coincidir varios en una misma persona. Y es precisamente esta interacción de diferentes causas la que genera la caída.

Los más relevantes, según la doctora Hormigo, son las alteraciones de la marcha y del equilibrio, los problemas osteomusculares o podológicos, el deterioro cognitivo, los efectos secundarios de fármacos, la depresión y las alteraciones de la visión. Su detección es esencial para desarrollar programas de intervención eficaces. Una intervención, que la geriatra insiste en que debe ser multidimensional. “Las principales intervenciones en la prevención de las caídas de las personas mayores son el ejercicio físico, la valoración del entorno, la corrección visual y la revisión de la medicación”, sostiene. 

¿Cómo identificar los factores de riesgo individuales?

 Para identificar los factores de riesgo individual de cada paciente es necesario estratificar a los adultos mayores en diferentes tipos según riesgo de sufrir una caída. 

Se considera alto riesgo de caídas cuando las personas mayores: 

  • hayan precisado tratamiento médico o quirúrgico tras la caída.
  • hayan presentado dos o más caídas en el último año.
  • hayan pasado más de una hora tendidos en el suelo o hayan sido incapaces de levantarse de forma independiente.
  • se consideren pacientes frágiles o presenten una pérdida transitoria de conciencia.

“En el ámbito residencial, todos los mayores deben ser incluidos en el grupo de alto riesgo y recibir una evaluación integral e intervenciones multidimensionales”, afirma la doctora Hormigo. Y mantiene que, todos los sujetos que ingresan en una residencia deberían recibir una valoración multidimensional que permita identificar los factores de riesgo de caídas y establecer una estrategia de intervención individualizada. “Además, esta valoración debe repetirse después de sufrir una caída, con el objetivo de reevaluar la estrategia e implementar los cambios necesarios para evitar nuevas caídas”, subraya.

Valoraciones imprescindibles

En el abordaje de un paciente mayor con caídas, esta especialista recomienda incluir, entre otras:

  • Valoración sensorial, para descartar problemas de visión, audición, problemas vestibulares.
  • Valoración osteoarticular y/o podológica, es importante descartar problemas en los pies y calzado.
  • Valoración farmacológica. Cobran especial relevancia una búsqueda activa de fármacos que puedan provocar caídas.
  • Valoración de las posibles causas subyacentes ocultas como causante de la caída (mareo, taquicardias, etc.)
  • Valoración nutricional.
  • Valoración mental, que incluya despistaje de posible deterioro cognitivo.
  • Asimismo, enumera algunas medidas que considera que deben implantarse desde el punto de vista residencial e individual:
  • Valoración del entorno, en la propia residencia, con una valoración estructural, como pasillos amplios sin elementos que entorpezcan el paso y puedan precipitar caídas.
  • Revisión sistemática de la comorbilidad y polifarmacia de los residentes.
  • Conocimiento de los protocolos de derivación para una valoración más individualizada a nivel hospitalario, en los casos que se requieran pruebas complementarias u otros estudios
  • Valoración del riesgo de osteoporosis y posibles fracturas dentro del abordaje global del paciente con riesgo alto de caídas.

Por supuesto, en su opinión, no pueden faltar programas de formación al personal de la residencia, planes de ejercicio físico para mejorar la fuerza, resistencia y equilibrio de los residentes y otras medidas como la optimización del estado nutricional o el ejercicio físico, este último “piedra angular de la prevención de caídas”, destaca.

El poder del ejercicio físico

El ejercicio físico es la medida principal de prevención de caídas en el medio residencial. “A través del ejercicio físico, conseguimos que los pacientes de avanzada edad aumenten su musculatura y el equilibrio. Y, por lo tanto, una disminución en las caídas”, asegura David Marcos, fisioterapeuta del Servicio de Rehabilitación de la Fundación Jiménez Díaz e investigador del Instituto de Investigación Sanitaria.  

Los cambios fisiológicos que se producen en el envejecimiento pueden derivar en sarcopenia, que es una afección que se caracteriza por la disminución de masa y fuerza muscular. Esta situación provoca una atrofia de la musculatura estabilizadora que mantiene el estado óptimo del control del equilibrio, lo que favorece el riesgo de caídas.

Como apunta Marcos dedicar recursos a la prevención de las caídas tiene muchos beneficios y no sólo para los propios afectados: “Con la prevención se evitan las complicaciones, como los traumatismos graves (5%-10%). Además, económicamente, se reducirían 420 millones de euros invertidos que se invierten actualmente en la atención sanitaria, de los que 150 millones están destinados a cirugías de fractura de cadera”.

La estrategia más efectiva para la prevención de caídas en el adulto mayor es el entrenamiento de la fuerza y el reentreno del equilibrio. “Realizar ejercicios de equilibrio puede reducir las caídas aproximadamente en un 25%”, indica el fisioterapeuta. En el mejor puesto del ‘ranking’ de los mejores ejercicios están los de control postural, seguidos de los de resistencia. 

Para una correcta adherencia terapéutica este especialista sugiere “enseñar a los pacientes una correcta ejecución de los ejercicios y practicarlos durante varias semanas en compañía de un profesional”. De este modo, disminuye el miedo a realizar actividad física y favorece un mejor autoconcepto del propio paciente. “El enfrentarse con una actitud positiva frente a los obstáculos y verse con mayor independencia para las actividades de la vida diaria o ser partícipe de actividades sociales, impulsa a los pacientes a mantener los ejercicios aprendidos”.  

Marcos también aconseja hacer partícipe a los familiares o cuidadores para potenciar la adherencia al ejercicio terapéutico. 

Educación terapéutica

Junto al ejercicio físico, otro aspecto que ha demostrado eficacia en la reducción del riesgo de caídas es la educación terapéutica. El objetivo es proporcionar pautas y recomendaciones a los mayores, pero también es muy importante formar al personal que trabaja en residencias y a los familiares de los residentes. 

Como indica Javier Sánchez, enfermero de Continuidad Asistencia de la Fundación Jiménez Díaz, “es imprescindible educar a los profesionales de los centros sociosanitarios para evitar una serie de consecuencia relacionadas con la inmovilidad, como la atrofia o pérdida de fuerza muscular, sarcopenia, estreñimiento, alteración de la dinámica respiratoria (pérdida de fuerza, postura), infección respiratoria o insuficiencia respiratoria”. 

Según recuerda este experto,  los profesionales que trabajan con personas mayores institucionalizadas, en primer lugar, deben realizar “una buena valoración de los pacientes, identificando los factores de riesgo de caídas que son: situación basal previa (escala de Barthel), marcha previa sin ayudas técnicas (andador, bastón…), medicación, déficit visual y déficit auditivo, caídas en los últimos tres meses, miedo a caer y situación cognitiva”. A continuación, se establece un plan de prevención de caídas, en el que se debe informar a los pacientes y familiares, involucrar a los familiares y cuidadores y estimular al paciente al autocuidado.

Para Javier Sánchez es clave implicar a las familias, y para ello: “Desde el primer momento en que el paciente ingresa en el centro sociosanitario  hay que explicarles qué consecuencias puede llegar a tener una caída y transmitir la importancia de su colaboración para la mejora de su familiar. No nos están ayudando a nosotros, están fomentando la mejora de su familiar”.

Por otra parte, los profesionales de las residencias se  pueden coordinar con el servicio de geriatría y continuidad asistencial de los hospitales para poderles ayudar en el centro sociosanitario mediante una formación específica de prevención de caídas. 

Coordinación sociosanitaria

El abordaje y comunicación entre los diferentes profesionales es primordial en los protocolos de actuación para prevención de caídas en los pacientes institucionalizados.

Actualmente, la Fundación Jiménez Díaz cuenta con un equipo multidisciplinar para el abordaje del paciente con riesgo de caída, que incluye la colaboración del Servicio de Otorrinolaringología, para detectar y tratar posibles causas de las caídas y favorecer su prevención, empleando la posturografía en aquellos casos indicados para abordar el miedo a caer que pueda quedar tras un evento. 

Asimismo, se trabaja junto con el servicio de Rehabilitación, que deriva a los pacientes a un taller específico para actuar tras una caída. También con la Unidad de Geriatría, que recibe las peticiones de Atención Primaria y deriva a los pacientes a otras especialidades. Asimismo, se encargan de abordar los desencadenantes, los factores de riesgo, la polifarmacia y el posible tratamiento osteoporótico.

Todo este trabajo consensuado y coordinado permite mejorar la calidad de vida y autonomía, dando vida a los años.

Carmen Moreno

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