Ni más, ni menos: “estafa piramidal”. Con esa rotundidad define al sistema de pensiones español don José Elías, empresario ilustre. Número 49 en la lista Forbes de nuestros millonarios, y presidente, entre otras cosas, de la cadena de supermercados “La Sirena”. Lo hace en el curso de una extensa entrevista difundida recientemente por varios medios. Y se queda tan tranquilo. Para que luego digan que el edadismo social no existe.
José Manuel Ribera Casado. Catedrático Emérito de Geriatría (UCM). Académico de número (RANME).
Hasta ahora habíamos oído hablar de las dificultades para mejorar el sistema de pensiones tal y como está concebido, de sus problemas de sostenibilidad, de la necesidad de trabajar sobre el tema para hacerlo más adecuado, incluso de si se debe o no retener el IRPF a los pensionistas. Todos puntos abiertos y razonables. Yo nunca había escuchado una afirmación tan expresiva y, evidentemente, tan poco afortunada, como la lanzada por el señor Elías, con las pensiones y los pensionistas utilizados como arma arrojadiza dentro de la pirámide.
Alguna duda debe haberle quedado ya que, a tan explosiva manifestación añade como argumento de autoridad y en un tono casi vergonzante, que, cuando habla por lo bajinis con políticos o técnicos involucrados en el tema, éstos le dan la razón. Probablemente, no hubiera estado de más que mencionase con sus nombres y apellidos a tan ilustres asesores. Al menos así nos orientaríamos mejor acerca de con quién o quiénes nos jugamos los cuartos.
El caso es que si este personaje tiene razón no deberíamos quedarnos muy tranquilos. Ni la sociedad ni los individuos. Como primera medida debería actuar la justicia de oficio. Las estafas son un delito reconocido y castigado por la Ley. Las tipificadas como piramidales añaden una carga negativa más severa y entiendo que mayor grado de culpa.
Para que la gente de la calle -el llamado vulgo, en el que me incluyo- lo entendamos mejor quizás convendría sacar ejemplos anteriores de este tipo de estafas, algunos muy difundidos en su día a través de los medios. Bastaría recordar lo que supuso el caso llamado “Fórum Filatélico”, ya casi olvidado después de varias décadas. O, más recientemente, el de las llamadas “Preferentes”. En ambas circunstancias, como en otras quizás menos mediáticas, se produjo un enorme dolor, material y moral, para los millones de españoles afectados. En ambos casos la justicia mantuvo un intenso trabajo durante muchos años.
Cuestionar la aplicación de un derecho reconocido y obvio, como el sistema de pensiones, no pasa de ser una forma objetiva más de edadismo militante
Insisto en que estafar es un delito. De creerse de verdad el señor Elías lo que afirma podemos considerar que pasa automáticamente a la condición de delincuente objetivo. Lo es, al menos, por omisión, ya que su obligación habría sido la de denunciar directa y rápidamente. Incluso, debiera haber llevado a los tribunales a la administración, al menos por permitir este tipo de prácticas.
Lo cierto es que quienes ahora estamos jubilados y percibimos por ese motivo lo que se conoce como pensión, somos gente que hemos estado contribuyendo al desarrollo del país, a su bienestar social. Lo hemos hecho a través de nuestro trabajo, pero no sólo. También mediante los impuestos devengados a lo largo de los años. Muchísimos años. En mi caso más de 45. Puede discutirse si el sistema actual es el más adecuado o no para afrontar con justicia los derechos económicos de la población jubilada, pero parece evidente que esos derechos existen y que la sociedad, a través de las administraciones, debe afrontarlos. Con las cosas de comer no se juega, dice el refrán. Si el señor Elías dispone de algún mecanismo mágico que permita, en un marco de justicia social y distributiva, resolver el tema de manera más justa y eficaz, que no se calle.
Mientras tanto cuestionar, gritar por gritar contra la aplicación de un derecho reconocido y obvio, no pasa de ser una forma objetiva más de edadismo militante. Así lo ha entendido, también, un ilustre compañero –catedrático jubilado de mi hospital y novelista aficionado en la actualidad- cuando me comenta que don José Elías le ha enseñado el significado real de la palabra edadismo, algo en lo que apenas creía hasta ahora. No está mal este efecto de conversión producido por la entrevista que comento. Añade mi amigo que, desde ese mismo momento, la firma de ultracongelados “La Sirena” ha dejado de ser una opción para su cesta de la compra. Una manera legítima de manifestarse y hacerlo, a nuestras edades, siempre está bien.







