Carmen Jáudenes
Directora de la Confederación Española de Familias de Personas Sordas (FIAPAS)
Dar respuesta a este reto implica, indiscutiblemente, tener presentes las patologías relacionadas con la edad, como la presbiacusia (pérdida de la capacidad auditiva) que afecta al 30% de la población entre los 65-70 años, alcanzando al 80% de la población con más de 75.
Sin embargo, los problemas auditivos de las personas mayores son asumidos generalmente con resignación, actitud que contribuye a adoptar respuestas inadecuadas que aumentan la frustración y los sentimientos de incapacidad para afrontarlos, obteniendo a menudo los efectos opuestos a pesar de los esfuerzos realizados.
De ahí la necesidad de conocer y disponer de los recursos de apoyo a la accesibilidad auditiva, a la información y a la comunicación para las personas mayores con sordera en cualquier ámbito (sanitario, cultural, ocio, transporte, medios audiovisuales…). Estos sistemas las mantienen en contacto con el entorno, les proporcionan autonomía, contribuyen a un envejecimiento activo y saludable y son condición previa para el ejercicio de sus derechos y su participación en la sociedad.
Recursos como las prótesis auditivas, el subtitulado y el bucle magnético previenen el aislamiento, la soledad y el deterioro cognitivo en las personas mayores cuando dejan de oír bien.
Si se cuenta con estos recursos disminuyen también las probabilidades de desarrollar demencias, trastornos del estado de ánimo y/o sufrir desorientación espacial y caídas.
Por tanto, sobreponerse tanto al conformismo, como a los estereotipos y creencias que persisten en la sociedad sobre la vejez, son motivos suficientes para llevar a cabo programas de sensibilización y concienciación que permitan avanzar en una sociedad más inclusiva y sensible a sus necesidades e intereses.
Por otra parte, existe la imperiosa necesidad de realizar campañas destinadas a la promoción de hábitos auditivos saludables, responsables y seguros en todas las edades, especialmente hoy día cuando, debido a los hábitos de vida y de ocio actuales, en las consultas médicas se están atendiendo sorderas propias de edades más avanzadas que se presentan en torno a los 50 años causadas por un envejecimiento prematuro del sistema auditivo.
El hecho de que la sordera sea una discapacidad invisible no puede ocultar lo incapacitantes que pueden llegar a ser sus consecuencias en la vida de las personas. Y, sobre todo, no podemos conformarnos cuando existe la tecnología audiológica y protésica que puede corregir las pérdidas auditivas y permitir el uso de los productos de apoyo existentes para ser usados en conexión con ellas.
Por ello, no podemos concluir sin insistir una vez más en demandar como prestación sanitaria de nuestro Sistema Nacional de Salud el acceso universal a los audífonos e implantes auditivos, sin discriminación por razón de edad, para toda persona a la que hayan sido prescritos por un médico otorrino.
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