Una correcta alimentación es clave para disponer de una buena salud, y más aún en personas mayores, para mantener también su autonomía y calidad de vida.

Según vamos envejeciendo, el cuerpo va experimentando cambios físicos y fisiológicos que afectan directamente a las necesidades nutricionales: disminuye la masa muscular, se ralentiza el metabolismo, aparecen dificultades para masticar o tragar, disminuye la sensación de sed y, en muchos casos, el apetito. Por ello, es importante adaptar la alimentación en esta etapa de la vida, asegurando que el aporte de nutrientes sea adecuado y equilibrado para promover un envejecimiento saludable: aportar proteínas de alto valor biológico, fibra, vitamina D y calcio, vitamina B12, ácidos grasos omega 3 o vitamina C.
Durante esta etapa, existe dificultad para adaptarse a una dieta monótona.
El momento de la comida debe seguir siendo agradable para ellos y deben seguir disfrutándolo. Por tanto, es bueno buscar estrategias que faciliten la ingesta a los mayores y que a la vez les mantengan motivados a la hora de comer. Por ejemplo, presentar platos organolépticamente apetecibles, utilizar condimentos y especias, elaborar comidas que evoquen sabores tradicionales, enriquecer las preparaciones con ingredientes nutritivos, individualizar horarios adaptados a sus necesidades, tener en cuenta sus gustos y preferencias, modificar texturas o crear un ambiente agradable y tranquilo para comer.
Además, en esta época del año, hay que prestar especial atención a la hidratación y asegurar una ingesta de líquidos adecuada y suficiente, para evitar problemas de deshidratación.
La malnutrición es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades. Si cuidamos la alimentación y la hidratación de los mayores, además de ayudarles a tener un envejecimiento saludable y prevenir enfermedades, conseguiremos que lleguen a la vejez con dignidad y bienestar.







