Los principales problemas a los que se enfrentan las personas mayores para una correcta alimentación son las dificultades de deglución, pérdida de potencia masticadora o de piezas dentales, disminución de la secreción salivar, falta de apetito y merma del olfato y el gusto. El siguiente paso es detectar si existe alguna causa orgánica o psíquica que condicione esta problemática, con el fin de diagnosticarla y tratarla.
«La disminución de la sensibilidad olfativa y gustativa se minimiza con el empleo de saborizantes, especias y métodos de cocinado que preserven los sabores del alimento y los intensifiquen. En este punto, es fundamental la revisión de la dentadura, porque una mejor masticación facilita la deglución y el alimento se tamiza mucho mejor. La saciedad precoz, responsable en muchas ocasiones de esa pérdida de apetito, se combate repartiendo el alimento en diversas tomas durante el día en una dieta fraccionada», explica el geriatra del Hospital Clínico San Carlos, Federico Cuesta. La presentación de la comida (textura, preparación y temperatura) también es importante, al igual que aspectos ambientales y sociales como la compañía. Por último, hay que tener en cuenta el poder del ejercicio físico como potenciador del apetito, siempre adaptado a las capacidades de cada persona.
No obstante, continúa este experto, en algunos casos relacionados con situaciones de enfermedad es necesario el empleo de fármacos para mejorar el apetito. «El suplemento oral está indicado cuando no es posible conseguir unos requerimientos energéticos adecuados con la dieta habitual. Si se precisan, suelen utilizarse de tipo hiperproteico, ya que el aporte de proteínas con la dieta tradicional es claramente insuficiente», concluye Cuesta.
Las ayudas técnicas facilitan la acción de comer a los mayores. En este sentido, el presidente de SEMER subraya que «existe infinidad de aparataje que se adapta a las diferentes discapacidades físicas que puede tener la persona, con el fin de que sean menos dependientes y mejore su calidad de vida. Además, los mayores reciben terapia o rehabilitación para recuperar la habilidad de comer. En los centros geriátricos, los encargados de mejorar la capacidad de los usuarios de alimentarse por sí mismos son los fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y los gerocultores, previamente instruidos, responsables también de detectar a tiempo esas deficiencias».
Relación con el envejecimiento
La profesora de Nutrición de la UAM indica que la dieta, junto con factores biológicos y medioambientales, influye en el envejecimiento de la población. «Las inflamaciones crónicas que presentan las personas mayores es uno de los factores del desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad, como la arteriosclerosis, la diabetes tipo 2 y la degeneración neuronal, que conducen al deterioro cognitivo», comenta Carmen Martín. No obstante, esta experta asegura que la influencia de la dieta en enfermedades relacionadas con la edad «es un área de estudio relativamente poco explorada».
En la misma línea, el catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, José Manuel Ribera, explica que existen estudios que intentan relacionar la enfermedad del Alzheimer y las demencias en general con la nutrición. Además, en los últimos años se están publicando numerosos trabajos, sobre todo epidemiológicos, pero también de carácter experimental, que intentan relacionar la nutrición con la aparición y evolución de la enfermedad del Alzheimer. «Pero, actualmente, no hay resultados definitivos y habrá que esperar porque, aunque es muy probable que exista relación, aún no está muy claro», afirma.
En cambio, en otras enfermedades la relación es más evidente y la alimentación juega un papel fundamental. Por ejemplo, la osteoporosis es una dolencia muy extendida entre la población mayor y más del 50% de las mujeres de más de 65 años la padecen. «Una alimentación rica en calcio y vitamina D contribuye a mantener el hueso sano y evita o retrasa la aparición de la osteoporosis. Pero el déficit de la vitamina D impide que se absorba el calcio y su ausencia también implica un mayor riesgo cardiovascular y de sufrir enfermedades musculares e, incluso, es posible que esté relacionado con dolencias que tienen que ver con el sistema nervioso central, como Azheimer o parkinson, aunque aún se está estudiando», insiste el doctor Ribera. Tener los niveles muy bajos de vitamina D es habitual entre la población mayor, incluso en países como España donde hay muchas horas de sol. Por consiguiente, este experto geriatra recomienda que los profesionales que atienden a las personas mayores en un centro residencial les administren de forma sistemática un suplemento de vitamina D.
Aspectos psicosociales de la nutrición
La enfermera y profesora de Nutrición de la UAM, Carmen Martín, subraya que las personas mayores se enfrentan a problemas psicosociales que pueden afectar profundamente a su estado nutricional. «La soledad, el aislamiento, las dificultades económicas y la dependencia, entre otros, son factores que dificultan la realización de una alimentación saludable. La falta de estímulos y de apoyos necesarios les hace perder el interés por la comida, con el consiguiente riesgo nutricional», indica.
El momento de la comida es, ante todo, un acto de convivencia y compartir la mesa es una buena manera de fomentar las relaciones sociales. Así, el presidente de SEMER reconoce que lo ideal es que todos los mayores de un centro residencial coman juntos, «pero en la práctica es poco funcional, porque las personas que necesitan ayuda deben estar en un lugar más reservado para que no se distraigan y sus cuidadores les puedan dar adecuadamente los nutrientes».
El catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid. José Manuel Ribera, recurre al sentido común: «Las personas que están bien alimentadas disfrutan de un mejor estado de ánimo, porque tienen más posibilidades de establecer relaciones sociales. Además, tienen la energía suficiente para desarrollar actividad física y moverse de manera autónoma. De hecho, hay estudios que relacionan la nutrición con la depresión e indican que tener una alimentación adecuada es un factor importante preventivo». Por su parte, el geriatra del Hospital Clínico San Carlos, Federico Cuesta, insiste en que la alimentación y el estado de ánimo están interrelacionados y, en muchas ocasiones, el trastorno del ánimo es la causa inicial del cuadro de pérdida de peso.