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Héctor Díez: «En teleasistencia estamos pasando del paradigma del dispositivo al del algoritmo»

La revolución tecnológica está transformando la forma en que entendemos la atención sociosanitaria, y ViveLibre se posiciona como uno de los actores más innovadores en este ámbito. Héctor Díez Caso, CEO de ViveLibre, nos ofrece en esta entrevista una visión profunda sobre el futuro de la teleasistencia, sus retos y oportunidades. Desde su enfoque en la teleasistencia multifactorial hasta la implementación de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial y el edge computing, Díez Caso desvela cómo ViveLibre está redefiniendo los estándares del sector para ofrecer soluciones personalizadas y efectivas.

Pregunta. ¿Qué se entiende por teleasistencia avanzada?

Respuesta. Es una muy buena pregunta, pero casi imposible de responder. Si no recuerdo mal, extraoficialmente, el término circula desde el año 2010, oficialmente desde el 2017 y no hace mucho que ha vuelto a adquirir relevancia. El problema de recurrir tantas veces a la misma expresión es que pierde completamente su significado. Dudo que el concepto que se tuviera en 2010 o incluso en 2017 se compadezca, en modo alguno, con la idea que hoy se quiere transmitir.

Nosotros preferimos el término «teleasistencia multifactorial» para referirnos a nuestros servicios. Creemos que refleja mejor la idea de introducir una aproximación holística en los servicios de atención remota, que es hacia lo que, sin duda, nos estamos encaminando. Los servicios de teleasistencia deben romper con la hegemonía del dispositivo y adoptar arquitecturas abiertas, que permitan centrar esfuerzos en lo realmente importante, la captación y análisis avanzado de la información, que es donde reside el verdadero valor añadido para los usuarios. En este sentido, podríamos decir que, al menos en nuestro caso, estamos ante un cambio de paradigma, pasando del paradigma del dispositivo al del algoritmo.

P. ¿Cómo está evolucionando la teleasistencia gracias a los avances tecnológicos?

R. A mi entender, no son los avances tecnológicos, sino dinámicas muy específicas de este sector en particular las que determinan la evolución de la teleasistencia. Hace años que se dispone de la tecnología necesaria para mejorar de forma muy significativa las propuestas más extendidas en la actualidad; sin embargo, esas mejoras rara vez llegan a los usuarios.

El mercado de la teleasistencia es mayoritariamente público, lo cual conlleva ventajas e inconvenientes. Uno de los inconvenientes es precisamente la falta de incentivos que alienten la innovación tecnológica, ya sea a causa del enfoque excesivamente restrictivo que plantean muchas licitaciones o al hecho de que el mercado privado no tiene la suficiente entidad como para generarlos.

Por otra parte, tampoco hemos de perder de vista la realidad del usuario. Si bien es cierto que el grado de competencia digital es cada vez mayor, hay ciertas mejoras que, aun siendo posibles, deben ser incorporadas al servicio con la debida mesura para no generar rechazo. Dicho lo cual, la evolución es inevitable. Es difícil imaginarse al usuario del mañana, acostumbrado a vivir pegado a un móvil y un portátil, aceptando un servicio de teleasistencia como los actuales.

Recopilar datos para prevenir

P. ¿Qué tipo de sensores encontramos para captar información en los domicilios? ¿Cómo es su funcionamiento?

Prácticamente cualquiera que te puedas imaginar. Es más, te reto a que pienses en una determinada magnitud física o acción externa que te gustaría medir, la más «absurda» que se te ocurra, y la busques en Google. Probablemente encontrarás algún tipo de solución que, sobre el papel, permitiría realizar esa medición en domicilio.

Hoy por hoy, el problema no está tanto en la existencia de sensores, sino en la viabilidad de integrarlos de manera efectiva en el servicio, lo cual presenta dos retos importantes.

El primero es un reto técnico. La mayoría de las plataformas de teleasistencia están construidas como sistemas cerrados, con escasa o ninguna interoperabilidad en mente. Tiene cierto sentido hacerlo así. Como decíamos antes, en un mercado altamente regulado, la innovación no es una necesidad y, por otra parte, se reducen los tiempos de desarrollo y los costes de mantenimiento. Todo ello, no obstante, a costa de la funcionalidad.

Superar este desafío requiere un cambio de mentalidad, abogar por arquitecturas abiertas y diseños modulares, trabajar con protocolos estándar, poner la interoperabilidad en lo más alto de la lista de prioridades y, en definitiva, dejar de pensar en términos de dispositivos y empezar a hacerlo en términos de tratamiento de la información.

El segundo reto es de naturaleza puramente funcional y se reduce a una simple pregunta: ¿qué vamos a hacer con los datos? La teleasistencia tradicional integra, desde hace años, una miríada de sensores que apenas han llegado a usarse en la práctica, y es que a veces da la sensación de que estemos construyendo la casa por el tejado. Que podamos hacerlo, no quiere decir que debamos, y más no siempre es sinónimo de mejor. Previa integración de cualquier sensor al servicio, la primera pregunta que deberíamos hacernos es si vamos a ser capaces de hacer un uso efectivo de los datos que nos proporcione.

La teleasistencia y el wellness comparten algunos objetivos, pero son dos ámbitos completamente diferentes y lo que es válido para uno, no siempre lo es para el otro. Proporcionar datos descontextualizados y de escasa fiabilidad a los usuarios, no contribuye a aumentar su seguridad percibida, que es en lo que deberíamos concentrar esfuerzos.

En resumen, el poder medir una determinada magnitud física o acción externa no debería centrar tanto nuestra atención como el hecho de saber qué queremos hacer con esos datos y si vamos a ser capaces o no de convertirlos en valor real a ojos del usuario. Aunque parezca una obviedad, este es quizá uno de los mayores retos a los que se enfrentan hoy los servicios promoción de la autonomía y afrontarlo requiere de un esfuerzo continuo de I+D+i que aúne lo técnico, lo clínico y lo asistencial, sin olvidar, por supuesto, los factores económicos.

Construir servicios de promoción de la autonomía personal

P. ¿Qué aplicaciones móviles o dispositivos portátiles ayudan en la monitorización a distancia de parámetros?

R. La lista es casi interminable, todo depende del nivel de precisión que requieras y el uso que pretendas hacer de los datos. Actualmente existen aplicaciones de salud desarrolladas por los propios fabricantes de móviles, aplicaciones específicas de telemedicina, o centradas en la monitorización de enfermedades crónicas, y muchos de los actuales servicios de teleasistencia cuentan también con Apps móviles que pueden llegar a jugar un rol activo en la captación de datos. En cuanto a dispositivos se refiere, el listado se extiende desde los wearables, como los smartwatches, las pulseras de actividad, los sensores corporales o los muy recientes anillos inteligentes, hasta los dispositivos médicos con certificación sanitaria.

Es precisamente esta inmensa variedad de opciones la que ha de alentarnos a realizar el ejercicio inverso. De nada sirve embarcarse en una carrera por medir un sinfín de parámetros si su precisión es cuestionable, su utilidad está poco clara y nuestra forma de integrarlos en el servicio traslada poco o ningún valor al usuario. Entiendo cuáles son los incentivos para hacerlo, pero, en mi opinión, denotan un enfoque demasiado cortoplacista. Todo indica que los servicios de teleasistencia van a ser cada vez más necesarios y su usuario arquetípico cada vez más exigente.

Nuestros esfuerzos deberían centrarse en plantear líneas de investigación, agnósticas a la tecnológica del momento, que permitan construir los servicios de promoción de la autonomía personal que ya comenzamos a vislumbrar en el horizonte. Afortunadamente, nosotros llevamos años trabajando con esta idea en mente gracias, en gran medida, a las contribuciones del Equipo Clínico de ATAM, que guía todos nuestros esfuerzos aportando de sus más de 50 años de experiencia atendiendo a personas con discapacidad o en situación de dependencia.

P. ¿Cómo se procesan los datos recogidos por los sensores y aplicaciones?

R. Este es un tema muy extenso y probablemente haya tantas respuestas como servicios de teleasistencia existen, así que voy a tratar de explicar únicamente cómo lo hacemos nosotros de la forma más sintética posible.

Aparte de una empresa de servicios, ViveLibre tiene la suerte de haber nacido como empresa tecnológica. Hemos desarrollado y controlamos todos los aspectos de la tecnología que sustenta nuestras soluciones, hasta el punto de habernos convertido en una de las primeras, si no la primera, empresa en España en diseñar y fabricar un smartwatch de cero como parte de nuestra solución de teleasistencia multifactorial.

En base a esta experiencia, diría que lo primero que hay que entender, antes de empezar a hablar de cómo se procesan los datos, es la enorme diferencia que existe entre los servicios basados en terminales convencionales de teleasistencia y los diseñados ex novo empleando los últimos avances tecnológicos. La cantidad de información a procesar es varios órdenes de magnitud superior en el caso de estos últimos y el motivo es fácil de entender. Los terminales de teleasistencia datan de hace décadas y la arquitectura tecnológica que los sustenta, aun habiéndose actualizado en numerosas ocasiones, sigue rigiéndose por los mismos principios de diseño. Principios que no se idearon para un mundo hiperconectado atestado de «superordenadores de bolsillo».

Si tuviéramos que reinventar la teleasistencia, probablemente no replicaríamos las ideas de hace décadas y eso es precisamente lo que implica un desarrollo ex novo; no obstante, igual que sucedió entonces, la innovación no está exenta de dificultades. Es cierto que estamos en disposición de captar muchos más datos de manera continua y transparente para el usuario, pero hacerlo supone pasar de un sistema en el que los usuarios generan unas pocas interacciones diarias a uno en el que generan esas mismas interacciones cada pocos segundos.

La forma de resolver esta problemática, en nuestro caso, pasa por el uso de una arquitectura basada en eventos (EDA, por sus siglas en inglés) y técnicas avanzadas de computación distribuida que nos permiten procesar la información lo más cerca posible del punto donde se genera, ya sea este un reloj inteligente, un móvil, una baliza o el concentrador de nuestra solución de teleasistencia multifactorial. Algo muy similar a lo que hacen las grandes plataformas de streaming.

En otras palabras, diseñamos nuestras soluciones para repartir la carga de procesamiento a lo largo de toda la cadena de datos, aprovechando al máximo cada uno de los nodos que la conforman y reservando nuestros servidores únicamente para las tareas más pesadas. Esta técnica, conocida como edge computing, es laboriosa, dado que complica significativamente el diseño de los algoritmos que procesan la información, pero consigue que la solución final goce de una enorme estabilidad y escalabilidad y mayores garantías en lo relativo a la privacidad del usuario.

¿Qué está aportando la IA al servicio?

R. La inteligencia artificial lleva años siendo una revolución silenciosa en infinidad de sectores, incluido el sociosanitario; no obstante, ha cobrado especial relevancia mediática en los últimos tiempos gracias a las IAs generativas, que son lo más parecido que tenemos a una IA de ciencia ficción. Curiosamente, en el campo de la teleasistencia, aunque tienen su utilidad, las aplicaciones prácticas de esta rama de la inteligencia artificial palidecen en comparación con las de otras menos llamativas.

En el caso de ViveLibre llevamos tiempo priorizando la búsqueda de la generación de valor a través del análisis avanzado de datos, es parte de nuestro ADN y la piedra angular de nuestra propuesta de valor. Internamente solemos hablar de algoritmos clínicos y operacionales para distinguir el uso de técnicas de inteligencia artificial, centrado en desarrollar funcionalidades de servicio, del enfocado en facilitar su prestación.

Entre los usos orientados a la funcionalidad destacan, por ejemplo, la detención de caídas, el posicionamiento en interiores, la determinación y análisis de patrones de comportamiento y los análisis de métricas cinemáticas, gasto energético, calidad de sueño y fragilidad, así como varias líneas de investigación, aún experimentales, relativas a la aplicación de técnicas de análisis predictivo sobre determinados cuadros clínicos.

Por otra parte, en lo que a algoritmos operacionales se refiere, hemos desarrollado sistemas de autoinstalación que nos permiten configurar redes remotas sin necesidad de enviar técnicos al domicilio, disponemos de un generador de planos basado en la actividad del usuario y, en el medio plazo, podremos disfrutar de un sistema de soporte a la decisión clínica que nos ayude a anticipar situaciones de riesgo y a concentrar esfuerzos en aquellos usuarios que más lo necesitan.

Avanzando en la digitalización de la teleasistencia

P. ¿Considera que el proceso de digitalización de la teleasistencia se está realizando de forma adecuada? ¿Existen problemas de financiación e inversión?

R. Anticipaba antes parte de la respuesta. Los sistemas de teleasistencia actuales podrían estar mucho más avanzados de lo que lo están, pero, si no es el caso, no es debido a una falta de financiación, sino de incentivos de mercado que alienten la inversión y el consecuente desarrollo. Es muy difícil justificar esfuerzos de I+D+i en un mercado donde el usuario final rara vez decide, un enorme parque de dispositivos preexistente condiciona los avances tecnológicos y únicamente se compite en precio.

Nosotros somos unos privilegiados en este aspecto, pertenecemos a una organización que no depende de los mecanismos de financiación habituales y que se ha embarcado en este esfuerzo para, en primera instancia, ofrecer la mejor propuesta de valor posible a sus socios. No obstante, no es lo habitual.

Sea como fuere, es de esperar que esta situación cambie en los próximos años, ya sea debido a la existencia de un usuario progresivamente más exigente o a la liberalización del sector. Algunas iniciativas apuntan ya en esta dirección, pero todavía queda mucho camino por recorrer.

P. ¿Qué importancia tiene la colaboración público-privada para impulsar el servicio?

R. En términos de volumen, la demografía es, sin duda, el único aliado que la teleasistencia necesita. En cuanto al nivel de servicio se refiere, la cosa cambia. La colaboración público-privada puede realizar una gran aportación. Nosotros provenimos del sector de la discapacidad, por lo que llevamos en nuestro ADN principios como el de vida independiente y planificación centrada en la persona. Dicho de otro modo, abogamos por que la persona pueda vivir conforme a sus propias preferencias. En este sentido, la Administración está llamada a jugar un papel fundamental promoviendo un marco de derechos que facilite a la persona la libertad de elección. Las administraciones públicas deberían actuar, por tanto, como un agente promotor de la innovación favoreciendo que se generen los incentivos necesarios para que el servicio se desarrolle motu proprio.

I+D+i en teleasistencia

P. De cara al futuro, ¿en qué áreas se está poniendo más el foco en investigación y desarrollo?

R. Es difícil anticipar lo que pueda llegar a hacer el resto del mundo así que, aunque tenga una ligera idea, si me lo permites, me voy a centrar en la parte que nos toca y de la que puedo hablar con conocimiento de causa.

Nuestra principal prioridad ahora mismo, a nivel de I+D+i, es capitalizar la experiencia de «Apoyos Conectados» y RUMBO, dos proyectos, uno autonómico y otro nacional, que nos han permitido desplegar la tecnología más innovadora de ViveLibre en cientos de domicilios repartidos por toda la geografía española. Gracias a estas iniciativas hemos podido poner a prueba un nuevo modelo de atención que, a tenor de los resultados, apunta a convertirse en una alternativa funcional y económicamente viable a la institucionalización; no obstante, queda mucho por hacer.

Por un lado, hemos de seguir trabajando para que este tipo de tecnología sea asequible para el usuario particular. Por otro, estos proyectos nos han dotado de una materia prima indispensable para seguir progresando en nuestras investigaciones: datos. Una cantidad masiva de datos proveniente no de la teleasistencia convencional, sino de un sistema desarrollado ex novo para realizar una monitorización continua y no intrusiva de actividad dentro y fuera del domicilio.

En última instancia, nuestro objetivo siempre ha sido crear un sistema de valoración del estado general de salud que permita anticipar situaciones de riesgo y fomentar la autonomía personal a través del diseño de un plan de apoyos personalizado. Hoy estamos en disposición de dar un paso de gigante en esa dirección. Y este será, sin lugar a dudas, el propósito de nuestros esfuerzos en años venideros.

Víctor Avilés

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