En el debate abierto sobre la estrategia de desinstitucionalización aprobada por el Gobierno, y de la que venimos hablando en los últimos números, además del reto de pronunciar la “palabreja” de forma que se convierta en un término habitual, se pone encima de la mesa la relevancia de los conocidos como servicios de proximidad, que permiten permanecer en su hogar a las personas que requieren de ayuda para realizar las tareas de la vida diaria.
Uno de esos servicios es la ayuda a domicilio, un elemento de cuidado imprescindible, que analizamos en profundidad en este número de BALANCE. El SAD, un servicio financiado fundamentalmente por las administraciones públicas, y con una implantación escasa -aunque creciente- en el ámbito privado, ha sido tradicionalmente necesario para apoyar especialmente a las familias en el cuidado de la persona dependiente, o con discapacidad.
Sin embargo, está adquiriendo un papel cada vez más relevante en un entorno de incremento de la población mayor y, por lo tanto, de demanda creciente, y con la mirada puesta en un futuro que busca la permanencia en el entorno, considerando también su importancia como elemento de prevención de la soledad no deseada.
En paralelo, son muchos los retos que afronta este servicio, que cuenta con una concentración horaria evidente y una compleja distribución de recursos, con contratos a tiempo parcial que hacen muy difícil retener a los profesionales con experiencia. Si a esto añadimos la dificultad de atender las zonas rurales con malas comunicaciones, el mapa se complica.
En este escenario, algo está cambiando. El centro de atención se sitúa más allá de la negociación colectiva, y el interés del sector se centra en el reconocimiento social del trabajo, en la captación de buenos profesionales, en la formación para brindar mejores servicios.
También se hace evidente la importancia de unir estos servicios con la tecnología. La digitalización es ya una realidad en la ayuda a domicilio, como nos cuenta Elena Sampedro en la entrevista profesional del mes.
Sobre todos estos temas también hablamos en este número de BALANCE con el viceconsejero de Andalucía, José Repiso, quien se suma a la propuesta de un Pacto Estatal de Dependencia, y reconoce que la interoperabilidad entre los sistemas sanitario y social es fundamental.
Nos complace contar con la colaboración de los profesionales de la logopedia, abordando la importancia de esta especialidad en el cuidado de las personas mayores. También abordamos la sanidad desde una atención personalizada en la mujer, y el avance hacia un ocio sin barreras, sin olvidar las medidas adoptadas por los profesionales para afrontar el calor en la atención a las personas mayores.
Además, nuestras ediciones autonómicas evidencian la importancia de las políticas de envejecimiento activo, como el programa de Termalismo Social de Castilla-La Mancha, el Programa Interuniversitario de la Experiencia de Castilla y León, o los derechos de las personas mayores LGTBI del Ayuntamiento de Madrid.
En cuanto a atención a la dependencia, las separatas destacan el viaje del presidente García-Page y la consejera García Torijano a Escocia, para intercambiar experiencias en la atención a la dependencia y la discapacidad. Por su parte, la consejera Isabel Blanco, recientemente nombrada vicepresidenta de la Junta de Castilla y León, destaca la lucha contra la despoblación. Y el doctor Rodríguez Mañas, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe (Comunidad de Madrid) y director de la Red Mundial de Investigación sobre Envejecimiento, nos habla sobre investigación.
Como siempre, las ediciones autonómicas están disponibles en la pestaña AUTONOMÍAS de www.balancesociosanitario.com.
Hasta nuestra próxima cita en septiembre, les invito a seguirnos en la web y en las redes sociales.
