El reto al que se enfrentan las ciudades en la actualidad, está relacionado con lo más básico que se espera de las mismas: ser un ciudadano libre dentro de ellas. Ciudades que permita desarrollar el proyecto de vida de cada uno, con la mayor independencia y autonomía posible, donde la cadena de accesibilidad se respete y se vigile, y donde las Administraciones sean proactivas para que las ciudades representen puntos de encuentro y desarrollo de los que viven en ellas, con independencia de su edad, sus capacidades y recursos.
El aumento de la esperanza de vida de la población, requiere un rediseño de las ciudades con espacios adecuados, amables y sobre todo accesibles para todas las personas.
Si nos enfrentamos a la realidad de las ciudades nos encontramos ante una pregunta con difícil respuesta: ¿Están las ciudades preparadas para dar respuestas a las necesidades de las personas mayores? Seguramente no. La época de crisis tampoco ha ayudado a generar políticas de cambio que implicaran rehabilitación o rediseños de espacios públicos pensando en toda la ciudadanía, a pesar de que existía una normativa que así lo obligaba.
Derecho a la ciudad
Cuanto más hostil es la ciudad menos permite ejercer el derecho a la misma por parte de su ciudadanía. El derecho a la ciudad no es una propuesta nueva, en 1968, Henri Lefebvre, en su libro El derecho a la ciudad, analizaba el impacto negativo en la ciudadanía cuando la ciudad está al servicio del capital.
El derecho a la ciudad es instaurar la posibilidad del “bien vivir” para todas las personas, y hacer de la ciudad el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva. El derecho a la ciudad es la posibilidad de construir una ciudad en la que se pueda vivir dignamente, reconocerse como parte de ella, y donde se posibilite la distribución equitativa de los diferentes tipos de recursos: educación, salud, vivienda, servicios sociales, etc. Como afirma el catedrático de Antropología y Geografía, David Harvey, es el derecho de toda persona a crear ciudades que respondan a las necesidades humanas, transformando a la ciudad en algo radicalmente distinto. El derecho a la ciudad se basa en una dinámica de progreso y de conquista, en el cual los movimientos sociales son el motor para lograr el cumplimiento del derecho a la ciudad.
Fundamental para este proceso es la elaboración de la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, articulada por Habitat International Coalition. Dicha carta busca recoger los compromisos y medidas que deben ser asumidos por la sociedad civil, los gobiernos locales y nacionales, parlamentarios y organismos internacionales para que todas las personas vivan con dignidad en las ciudades.
El derecho a la ciudad amplía el tradicional enfoque sobre la mejora de la calidad de vida de las personas centrado en la vivienda y el barrio hasta abarcar la calidad de vida a escala de ciudad y su entorno rural, como un mecanismo de protección de la población que vive en ciudades o regiones en acelerado proceso de urbanización. Esto implica enfatizar una nueva manera de promoción, respeto, defensa y realización de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales garantizados en los instrumentos regionales e internacionales de derechos humanos.
Ciudades amigables
También es necesario hacer referencia al proyecto Ciudades Amigables con los Mayores, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el que con la participación de las personas mayores se identificaron algunos temas centrales para convertir una ciudad, en una ciudad amigable con los mayores, fue el caso de: el respeto e inclusión social, la participación cívica, la comunicación e información, los servicios comunitarios y de salud, los espacios al aire libre y edificios, el transporte, la vivienda y la participación social.
La tendencia ahora son las ciudades inteligentes, pero no habrá inteligencia sin accesibilidad y sin pensar en todas las personas, en especial en las personas mayores
La idea de la ciudad amigable con los mayores, se basa en el concepto de envejecimiento activo de la OMS, una ciudad o comunidad amigable con las personas mayores es un buen lugar para envejecer.La Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores de la OMS fue establecida en 2010 para apoyar a los municipios que deseaban hacer realidad este nuevo paradigma, contando con la participación de personas mayores en el proceso y aprovechado al máximo las oportunidades a nivel local. Con su trabajo, la red ha inspirado y conectado agentes para generar el cambio. En 2015 la red incluía ya más de 250 ciudades y comunidades en 28 países, el crecimiento está siendo muy rápido y está generando una transición a nivel internacional que ya no tendrá retroceso.
Algunos ejemplos concretos de intervenciones según respuesta a demandas sociales han sido:
Todas y todos hacemos ciudad y la sentiremos, disfrutaremos, cuidaremos y la haremos prosperar y progresar, si realmente, nos sentimos a gusto en ella y la sentimos nuestra.
Construir hoy la ciudad del siglo XXI es tener un proyecto de ciudadanía, ampliar los derechos de tercera generación, el derecho al lugar y a la movilidad, a la diferencia, etc.
Como decía el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht “no aceptemos lo habitual como cosa natural, porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecernos natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”.
Yolanda Mª de la Fuente Robles. Catedrática Trabajo Social y Servicios Sociales Universidad de Jaén y consultora Internacional Banco Mundial. Experta en Turismo Accesible.
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