El servicio de teleasistencia del futuro parte de la premisa que debe ser proactivo y predictivo. El profesor Titular en la Universidad Politécnica de Madrid, Miguel Ángel Valero, explica ambos términos. Por una parte, la teleasistencia puede considerarse un servicio proactivo cuando se adelanta a posibles situaciones de riesgo o necesidad de atención de la persona mayor usuaria, sin una solicitud expresa. “Esta proactividad puede ser local, lanzando avisos ante posibles circunstancias de alerta que sucedan en el domicilio de la persona, o remota, si el proveedor del servicio inicia una intervención concreta con un fin determinado”, detalla.
La teleasistencia avanzada se sirve de tecnologías de monitorización y conectividad permanente que, tal y como explica el profesor Titular en la Universidad Politécnica, integran sensores ambientales y biométricos cuyos datos pueden ser procesados localmente en la unidad de teleasistencia y también enviados, de forma privada, al operador del servicio para un seguimiento continuado y conocimiento del estado biopsicocial de la persona usuaria, utilizando algoritmos de razonamiento”. Por tanto, la conectividad permanente ofrece la posibilidad de dar respuesta inmediata ante valores anormales o no deseados de los parámetros medidos por dichos sensores, ofreciendo una mayor seguridad y capacidad de monitorización del estado de la persona.
En este proceso, Valero subraya que las tecnologías deben ser amigables “ofreciendo a la población beneficiaria la sensación de apoyo o de cuidado, pero no de control”. Además, en su opinión, la persona debe poder conocer en cualquier momento el estado de los dispositivos instalados en la vivienda y la información que están recogiendo o enviando, siempre de forma autorizada. “Asimismo, es esencial que las soluciones de teleasistencia sean accesibles en todos los aspectos cognitivos, físicos y sensoriales, permitiendo así su uso sencillo, eficiente y satisfactorio para cualquier persona”, afirma este experto. En definitiva, la ubicación de la tecnología en la casa y la interacción de los dispositivos con los usuarios no deben ser intrusivas; sino que, por el contrario, deben ser respetuosas con los deseos de la población y cumplir con la funcionalidad esperada.
El conocimiento de las rutinas y patrones de comportamiento de la persona usuaria ofrecerá información valiosa sobre sus actividades de la vida diaria, facilitando la detección precoz y el establecimiento de las acciones que correspondan ante situaciones de riesgo y fragilidad. El seguimiento de la adherencia a la medicación, el control de errantes, la detección de posibles episodios de desorientación, inactividad, alarma o potencial deterioro son algunos de estos beneficios, siempre que contribuyan a mejorar la calidad de la atención recibida y la autonomía personal. “Será posible actuar antes incluso de que surja la urgencia cuando los mecanismos de detección, comunicación, razonamiento e intervención estén plenamente validados, tengan los tiempos de respuesta necesarios y el proveedor del servicio de teleasistencia cuente con los recursos humanos y materiales necesarios”, destaca Valero.
En este entramado, no podemos olvidar el papel de la telemedicina, que ha ido popularizándose en las últimas décadas y, a día de hoy, es una realidad a pequeña escala en aplicaciones específicas de televisita o teleconsulta y de telemonitorización de variables biomédicas, con buena aceptación por parte de los pacientes y del personal sanitario. Por ello, para este experto “es de esperar que este desarrollo se convierta en una realidad más extendida, puesto que la tecnología está disponible y las entidades sanitarias, públicas y privadas, son conscientes de sus beneficios para la población en situaciones determinadas”. Nos encontramos, por tanto, en un punto favorable para un mayor despliegue de la telemedicina siempre que, apunta Valeo, “dichos servicios se organicen apropiadamente considerando la disponibilidad de los profesionales sanitarios, las necesidades tecnológicas y de formación y su integración con los sistemas de salud”.
Finalmente, con la vista puesta en el futuro, Valero avanza que el siguiente reto tecnológico de la teleasistencia es que esté plenamente centrada en la persona, adaptándose automáticamente a las necesidades específicas y variables de cada usuario, a su capacidad funcional y a la integración eficiente con los dispositivos emergentes, garantizando que los mecanismos de seguridad, razonamiento, conectividad e intervención, mejoren efectivamente la autonomía personal de la población. “Este no es sólo un reto tecnológico, sino también sociosanitario y organizativo, que requerirá redefinir los procedimientos de atención”, concluye.
Empresas prestadores de teleasistencia: Asispa, Clece, Cruz Roja, DomusVi, EULEN Sociosanitarios, ILUNION Sociosanitario y Tunstall explican los avances que están realizando para ofrecer un servicio más predictivo y proactivo.
Y empresas proveedoras de tecnología desvelan los retos tecnológicos del presente y futuro, que permitirán al servicio de teleasistencia ofrecer un servicio personalizado y adaptado a las necesidades cambiantes de las personas mayores usuarias: Essence, Legrand Care y Tunstall.
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