Por el contrario, Caser Residencial ha optado por un servicio de cocina propio. “Nos permite dar un servicio de calidad más cercano al usuario”, afirma el director de Operaciones, Enrique Cardona. Con el fin de ofrecer comida casera, respetando la regionalización de los residentes, Caser trabaja la línea caliente. “Con la fría es complicado lograr texturas y calidad percibida. También utilizamos la cuarta gama en algún producto que requiere manipulación. La quinta apenas se usa, precisamente, porque buscamos cocina tradicional”, explica Cardona.
Los menús son elaborados por el equipo médico de la residencia, coordinado por la Dirección de Operaciones y la Dirección Asistencial. Además, los nutricionistas personalizan las dietas de los usuarios que tienen necesidades específicas, procurando que el menú terapéutico se asemeje al convencional.
“Sin desmerecer otras opciones, pues un buen servicio depende de su ejecución, creemos que la calidad percibida es mayor cuando el servicio no está externalizado. Además, la tecnología siempre ayuda a optimizar tiempos, ya que recorta costes de producción y manipulación. Por ello, el éxito pasa por equilibrar tecnología y cocina casera tradicional”, concluye el director de Operaciones de Caser Residencial.
Técnica y calidad
Cuando se trata de escoger entre línea caliente o fría, la directora de Calidad, Seguridad, Salud y Medio Ambiente de Eurest, Begoña Sánchez, indica que la técnica a emplear depende, principalmente, del tipo de producción y del centro (si tiene cocina o no).
“En el caso de cocinas centrales, donde se preparan comidas para servir a un centro distinto del lugar en el que se elaboran, la línea fría resulta más ventajosa, ya que facilita la organización con antelación de la producción, lo que revierte en un mayor control de la misma y, por tanto, una mayor garantía de cumplimiento con la normativa, trazabilidad y seguridad de los productos servidos”, explica Sánchez. No obstante, cuando se trata de cocinas que elaboran platos para el mismo centro o cocinas in situ, la directora de Calidad de Eurest manifiesta que la mejor opción es la línea caliente, “ya que la fría implica un incremento en los procesos productivos, como el abatimiento, almacenamiento en refrigeración y posterior regeneración del plato, lo que conlleva unas necesidades de maquinaria, espacios y sistemas de control no siempre disponibles o rentables para este tipo de cocinas”. Hay que tener en cuenta que para la línea fría se necesitan equipos como cámaras frigoríficas, hornos regeneradores, etc., mientras que para la línea caliente no es necesario.
Sin embargo, la línea fría y la línea caliente no son excluyentes, sino que pueden ser perfectamente complementarias y, en algunas cocinas, se recurre a la línea mixta. Depende de las necesidades de cada cliente. Por ejemplo, existen centros con cocina in situ que, por razones organizativas y de gestión de recursos humanos, trabajan en línea caliente para comidas y cenas, de lunes a viernes, y en línea fría durante el fin de semana.
En este sentido, el director de Calidad y Food Intelligence de Sodexo, Jorge Ybáñez, considera que ambas técnicas, bien aplicadas, tienen sus ventajas. “Ahora bien, la línea fría está en expansión, porque maximiza la seguridad alimentaria”, manifiesta. Además, recuerda también que la línea mixta es muy útil para establecimientos, “donde el mayor volumen de producción se centra en una comida”.
Por su parte, el director Comercial de Empresas y Social de Serunión, Felip Pascual, añade que la línea fría tiene evidentes beneficios respecto a la caliente: “La principal ventaja es la seguridad alimentaria, ya que permite un control sobre la conservación del producto mucho más riguroso (temperatura a lo largo del proceso de cocinado, conservación y servicio). No podemos olvidar que la comida transportada en caliente continúa su proceso de cocción y, por lo tanto, pierde calidad organoléptica. Otra ventaja de la línea fría es que permite una mejor organización, tanto de las cocinas centrales como de los propios clientes”, explica Pascual.
En este proceso, los productos de cuarta y quinta gama se están extendiendo cada día más, ya que resultan instrumentos muy útiles en las cocinas. La directora de Calidad, Seguridad, Salud y Medio Ambiente de Eurest explica que la cuarta gama son productos limpios, troceados y envasados. Además de reducir los tiempos de elaboración y ofrecer un producto más homogéneo al cliente, permiten reducir la contaminación microbiana. Normalmente son productos vegetales, como patatas peladas o lechuga desinfectada embolsada, que facilita la limpieza y mantenimiento de las instalaciones, al no tener que producirse dentro de la cocina el proceso de pelado, troceado y eliminación de tierra.