Cuidados familiares: reduciendo su feminización y reclamando un mayor acceso a servicios domiciliarios
¿Hacia dónde se dirige el sistema de cuidados familiares en nuestro país? ¿Cuál ha sido su evolución en los últimos años? ¿Qué aspectos han cambiado de forma más significativa? ¿Cuál es, hoy, el perfil del cuidador familiar? ¿En quién recae la responsabilidad principal del cuidado, en la familia o en la administración? Respondiendo a estas preguntas, la Fundación Pilares para la autonomía personal ha desarrollado dos proyectos de investigación para conocer cómo han evolucionado los cuidados familiares en España y comprender cuáles son las percepciones y motivaciones que se producen en torno al cuidado. Y entre sus conclusiones más significativas, cabe mencionar una mayor incorporación del hombre a las tareas de cuidado, al mismo tiempo que se han incrementado las prestaciones y servicios públicos, mejorando así, los apoyos que recibe el cuidador.
Los cuidados familiares suponen la columna vertebral del cuidado de larga duración en nuestro país. La mujer sigue siendo la principal cuidadora aunque, en los últimos años, otros miembros de la familia están compartiendo la responsabilidad del cuidado. Una responsabilidad que requiere poder disponer del número suficiente de servicios y prestaciones, sobre todo de atención domiciliaria, para paliar la “carga” que supone ese cuidado. Así se pone de manifiesto en los últimos estudios llevados a cabo por la Fundación Pilares para la autonomía personal.
La entidad ha desarrollado dos proyectos de investigación para conocer cómo han evolucionado los cuidados familiares en España y comprender cuáles son las percepciones y motivaciones que se producen en torno al cuidado. Un trabajo, llevado a cabo en 2022 y 2023, cuyo objetivo era “contar con datos e información actualizada sobre los cuidados que las familias prestan a las personas mayores que viven en sus domicilios”, refiere el texto. Investigaciones que permiten dibujar con trazo más seguro el presente de los cuidados familiares en nuestro país y conocer, además, las necesidades y demandas de los cuidadores.
El estudio confirma que los cuidados familiares se prestan a diario en un 66% de los casos con una media de dedicación de 34,3 horas a la semana. Tiempo al que hay que sumar otras 17 horas dedicadas por la ayuda externa que se recibe.
¿A quién se dirigen los cuidados? Según los datos que facilita el Imserso, en 2023 se contabilizaban 1.563.106 personas en situación de dependencia, de las que el 63% son mujeres. Si nos fijamos en la edad de estas personas, la gran mayoría supera los 65 años de edad (un 74%). El grueso de las personas mayores de 60 años que reciben cuidados tiene entre los 75 y los 89 años, siendo la media de edad de 78 años.
Hablar de cuidados familiares es hablar de una tarea invisibilizada aún en muchos aspectos, sociales, culturales y económicos. De ahí la necesidad de realizar análisis como el llevado a cabo exhaustivamente por la Fundación Pilares. Una “invisibilidad” que, además, no deja conocer cuáles son los costes directos e indirectos del cuidado. En este sentido, a nivel europeo, una estimación referida en este estudio apunta a que en el caso de las mujeres de entre 45 a 64 años que dejan de trabajar para cuidar a un familiar, “se pierden un promedio de 18.000 euros por año y 100.000 si el periodo se extiende a seis años”.
El perfil del cuidador queda claramente delimitado en la investigación. Persiste, a tenor de los datos, la feminización de los cuidados. Las mujeres siguen siendo las principales cuidadoras, pero en el periodo analizado se han reducido los casos de cuidadoras únicas. Si estas eran el 55% ahora son el 27%.
Aunque es cierto que, esos mismos datos confirman que existe una mayor “corresponsabilidad en las familias” con respecto a las labores de cuidado. Se observa una mayor presencia de los hombres en estas labores (representan un 35%) y de nietos (13,4%).
El perfil de los cuidadores sí que ha cambiado notablemente en los últimos años. “El perfil actual de las cuidadoras se aleja definitivamente de la figura de ama de casa con baja formación”, constata el estudio. Al igual que confirma que la gran mayoría de las cuidadoras están, desde hace años, incorporadas al mercado laboral, y poseen un nivel de estudios medio-alto.
A pesar de la incorporación del hombre a las labores de cuidado, las “principales” siguen recayendo en las mujeres, sobre todo aquellas que están relacionadas con la higiene y la incontinencia.
Hablar de cuidados familiares es hablar de una tarea invisibilizada aún en muchos aspectos, sociales, culturales y económicos
Respecto a los sentimientos que despiertan las labores de cuidado, el informe reconoce cuatro perfiles diferentes de cuidadores, dependiendo de los sentimientos mayoritarios a la hora de cuidar: personas satisfechas, plenas, frustradas y atrapadas. Los cuidadores refieren como elementos que aumentan la sensación de malestar que a veces sienten el ver cómo se reduce el tiempo para uno mismo y para interaccionar con otras personas, y haber tenido que reducir, en otros casos, su jornada laboral. Muchos cuidadores también apuntan a que ven cómo las labores de cuidado afectan a su salud física y emocional.
De modo generalizado, los cuidadores apuestan por fomentar la formación (el 71% de ellos reconoce no haberla recibido) para cuidar mejor y para saber cuidarse a sí mismo.
También los informes DEC que elabora anualmente la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales por comunidades autónomas indican que, a menor cobertura del sistema de protección, hay más personas en situaciones de dependencia atendidas exclusivamente por sus familiares.
En el estudio publicado por la Fundación se confirma que la principal demanda de los cuidadores familiares es la necesidad de aumentar los recursos y ayudas vinculadas al servicio (40,9% de los casos). La mayoría de los cuidadores reconocen que las administraciones públicas “deberían participar en los cuidados mediante recursos públicos de apoyo (53,7%). Y un porcentaje importante (el 26,9%) reconoce que esa administración debería ser el responsable principal de los cuidados con la participación de las familias.
En conjunto, cuatro de cada 10 cuidadores consideran que los cuidados son responsabilidad de la administración.
En el estudio realizado por la Fundación Pilares también se desglosan una serie de recomendaciones para las administraciones públicas, los proveedores de servicios y el tercer sector. Unas medidas contribuirían a incrementar el bienestar de los cuidadores familiares y otras de ellas se focalizan en incentivar una mayor corresponsabilidad en el cuidado. Todas encaminadas a incrementar el valor social, político y económico del cuidado.
Para alcanzar esos objetivos es imprescindible cuantificar, visibilizar y ofrecer a las familias los apoyos necesarios, “protegiendo el valor social, comunitario y económico del cuidado que prestan las familias”.
Los proveedores de apoyos también deben estar coordinados para asegurar la respuesta más rápida y eficaz. Una coordinación esencial entre los servicios sociales y los servicios sanitarios, que pasaría por “eliminar incompatibilidades y favorecer la figura de profesionales de referencia que trabajen con la metodología de gestión de casos”.
Importante es también detectar e intervenir de forma preventiva en los casos de las personas mayores que viven solas y necesitan cuidados. Y establecer programas de apoyo a familias cuidadoras cuando éstas perciban una prestación económica para cuidados en el entorno familiar.
Entre las recomendaciones mencionadas también se señala la necesidad de transformar los centros residenciales hacia una “atención integral y personalizada”, priorizando un “modelo hogar y promover alojamientos alternativos, en los que se reconozca un papel relevante a las familias”.
Las claves para entender las conclusiones del estudio realizado por la Fundación Pilares pueden resumirse en estos siete puntos:
1. El propio domicilio sigue siendo el lugar preferido para envejecer.
2. Persiste la feminización de los cuidados, aunque se constata una mayor corresponsabilidad.
3. El hombre suele incorporarse a las labores de cuidado cuando ya ha concluido su vida laboral.
4. Sigue vigente el binomio mujer-cuidadora, dando por sentadas las capacidades innatas de la mujer para el cuidado.
5. Se ha duplicado el número de personas mayores que tienen necesidad de cuidados y que viven solas.
6. Se ha generalizado la demanda de formación y servicios para el descanso de los cuidados.
7. Las actitudes hacia el cuidado son más positivas. Aunque el estado de ánimo más destacado en los cuidadores es aquel en el que coexiste “una maraña de sentimientos contrapuestos en la relación con los cuidados”.
Fuente: Fundación Pilares.
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