La polimedicación es una cuestión sanitaria prioritaria porque tiene importantes consecuencias derivadas del incremento de los efectos adversos y de las interacciones farmacológicas. Estos riesgos aumentan en las personas mayores, que son más vulnerables debido a sus condiciones fisiológicas y a la mayor presencia de multimorbilidad. Mayor número de hospitalizaciones y reingresos, la disminución de la funcionalidad física, el deterioro de la calidad de vida, el peligro de caídas, el incremento de la mortalidad, etc., son algunos de los efectos que podemos evitar con un simple gesto: revisiones periódicas de la medicación.
España, la prevalencia de la polimedicación en las personas mayores es elevada. El 25 % de las personas mayores entre 65 y 74 años tienen prescritos más de cinco medicamentos de manera simultánea; en la franja de los 75 a los 84, esta polifarmacia se incrementa al 36 %, y, pasados los 85 años, la cifra asciende al 47 %. Aproximadamente uno de cada dos ancianos toma más de cinco fármacos de forma crónica”, asegura Alejandro Valcuende, doctor en Farmacia y miembro de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) y de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).
Este consumo excesivo de medicación tiene que ver, en parte, con el envejecimiento de la población y el aumento de las enfermedades crónicas, pero también puede estar provocado por una prescripción inadecuada. Actuar correctamente en este último caso es clave para prevenir eventos adversos (EA) y promover la seguridad en el paciente.
Según el documento Polipharmacy Management by 2030 del Simpathy Consortium, en Europa se registran 8,6 millones de ingresos al año por reacciones adversas a fármacos. De ellos, el 50 % se pueden prevenir y, de estos, el 70 % ocurren en personas mayores de 65 años que toman cinco o más medicamentos.
Uno de los factores que más se asocian con los eventos adversos en la asistencia sanitaria es la medicación. Por ello, promover el uso seguro de los medicamentos es el objetivo número uno de los ocho que la Estrategia de Seguridad del Paciente del SNS 2025-2035, lanzada por el Ministerio de Sanidad, desarrolla de cara a conseguir prácticas clínicas seguras.
Priorizar la seguridad y la calidad de la prescripción resulta fundamental para el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores. No tomar las medidas oportunas tiene consecuencias nefastas en los aspectos clínico, económico, ético y legal.
Implicaciones de la polimedicación en personas mayores

La alta prevalencia de polifarmacia supone un gran problema para las personas mayores en términos de interacciones farmacológicas o de síndromes geriátricos, como caídas, delirium, depresión, alteraciones del rendimiento cognitivo, deterioro cognitivo leve o grave, etc. Pero también hay falta de adherencia, que aumenta en proporción al número de fármacos prescritos.
En opinión del presidente de la SEGG, Francisco Tarazona, para mejorar la situación de la polimedicación, hace falta aplicar una visión global de todas las medicaciones que se le han prescrito al paciente mayor, así como promover una cultura de revisar con cierta frecuencia aspectos como por qué se inició una prescripción, qué periodo de tratamiento sería el adecuado en función del motivo por el que se hizo la prescripción y cuál es el momento para la retirada.
Revisar y ajustar la medicación no es opcional: es una cuestión de seguridad, calidad de vida y ética asistencial
En general, los fármacos que más se prescriben a las personas mayores son antihipertensivos, seguidos de antidepresivos (las benzodiacepinas, neurolépticos) y estatinas o fármacos hipolipemiantes para el colesterol. También diuréticos y, en menor medida, anticoagulantes.
De todos ellos, uno de los que provocan más problemas son los antihipertensivos, explica Alejandro Valcuende. Según sostiene, estos tratamientos deben tener indicaciones muy concretas, en función de los valores que tengan tras la medición de la tensión. Tomarla de manera continuada sin necesitarla puede provocar bajadas de tensión, mareos, caídas, etc.
Lo mismo sucede con las benzodiazepinas. “Estos medicamentos deberían usarse por períodos muy cortos y para situaciones muy concretas”, recomienda Francisco Tarazona. Pero, en muchas ocasiones, se prescriben sin una clara indicación clínica y la prescripción se mantiene de forma más prolongada de lo que sería aconsejable. También ocurre con los neurolépticos. Estos fármacos, indicados para alteraciones conductuales concretas, deben emplearse durante un período determinado, mientras dura la sintomatología, para luego retirarse o reducirse la dosis. No obstante, “no se producen estas revisiones de forma adecuada”, reconoce este geriatra.
El problema de tomar esta medicación sin un control o revisión adecuada es que puede provocar sintomatología o síndromes geriátricos que pueden confundirse con otras enfermedades más graves. Del mismo modo, la polimedicación también se relaciona con una mayor mortalidad. El farmacéutico explica que, en un par de publicaciones que han realizado en el Hospital Padre Jofre y que están pendientes de aceptar, han podido establecer una relación entre la esperanza de vida y el número de fármacos que tomaban los pacientes geriátricos que ingresaban por una fractura de cadera en este hospital. “Aquellos pacientes que estaban polimedicados tenían un riesgo tres veces superior de mortalidad en comparación con los pacientes que no tenían polifarmacia”, sostiene Valcuende. En este estudio, el análisis estadístico está ajustado a la edad, sexo y comorbilidad.
Revisión y conciliación

La situación clínica de los pacientes cambia a lo largo del tiempo y es preciso ajustar la medicación en cada etapa, valorando aspectos como la fragilidad, el nivel de dependencia y el deterioro funcional desde una perspectiva integral, multidimensional y multidisciplinaria.
El presidente de la SEGG considera que, con una revisión continuada de los tratamientos, se podría llegar a retirar entre un 20 y un 40 % de la medicación prescrita innecesaria, con los consecuentes beneficios para la salud de la persona, pero también en forma de ahorro para el sistema sanitario. “Para el sistema es un doble ahorro: el beneficio directo de la retirada de un fármaco, junto con los beneficios indirectos por la reducción del número de caídas, de alteraciones de la función renal, la somnolencia excesiva y alteraciones evitables…”, apunta.
Actualmente, no existen protocolos que establezcan estas revisiones ni consenso sobre cómo y cuándo hacerlas. Pero Valcuende opina que deben ser individualizadas y, a ser posible, a los tres meses tras el alta, ya que son pacientes geriátricos y hay que estar más pendientes”, sostiene.
Además, refiere la conciliación de la medicación, ya que está inmerso en un proyecto de investigación sobre la conciliación de la medicación al alta de los pacientes, en el que participan geriátricos y farmacéuticos. Con esta iniciativa se pretende hacer una revisión de la medicación del paciente para valorar qué fármacos son prescindibles, cuáles son realmente necesarios y, de estos últimos, si hay alguno con un mejor perfil para pacientes adultos mayores antes de que el paciente se marche a casa.
El objetivo es detectar y disminuir los errores de medicación para garantizar que los pacientes reciben todos los medicamentos necesarios en la dosis, vía y frecuencia correctas.
Herramientas que ayudan a la descripción
Los profesionales deben tener claro que la suspensión de un tratamiento es tan importante como su instauración y que el objetivo debe ser siempre evitar que se produzca daño en el ejercicio de la asistencia sanitaria. “No nos tiene que quedar miedo la deprescripción, es decir, el eliminar fármacos que realmente no aporten un beneficio”, afirma Alejandro Valcuende.
Para identificar los fármacos potencialmente inadecuados y sustituirlos o deprescribir, existen herramientas que pueden ayudar a los profesionales a tomar una decisión.
El farmacéutico recomienda las siguientes:
Criterios Beers de la AGS (Sociedad Americana de Geriatría)
En su última actualización, además de la lista de medicamentos que se deben evitar en el paciente anciano y la lista de medicamentos que se deben usar con precaución en los ancianos, se enumeran un total de cinco grupos como interacciones fármaco-fármaco, interacciones fármaco-enfermedad y dosis renales de algunos medicamentos en la insuficiencia renal crónica.
Criterios Stop / Start
Los criterios STOPP (Herramienta de detección de la prescripción en personas mayores) y START (Herramienta de detección para alertar a los médicos sobre el tratamiento correcto, es decir, apropiado) se publicaron en 2008 en Irlanda para identificar la medicación potencialmente inapropiada (PIM) y la posible omisión de prescripción (PPO) en pacientes mayores de 65 años. La última versión, de 2023, cuenta con un total de 190 ítems.
Criterios Less-Chron (List of Evidence-based prescribing for chronic patients)
Un grupo de autores españoles ha validado y publicado unos criterios aplicables a la población mayor con multimorbilidad.
Esta herramienta útil para la práctica clínica tiene como objetivo identificar y seleccionar una lista de medicamentos y situaciones clínicas concretas que, en caso de coincidir, generan una oportunidad para la deprescripción.
Lista Priscus
Es una lista que muestra 117 agentes farmacológicos de grupos de fármacos que no son adecuados para su uso en pacientes de edad avanzada.
La última versión, PRISCUS 2.0, incluye recomendaciones para el seguimiento y los motivos para elegir como PIM, así como medicamentos y comorbilidades que se deben evitar, y posibles alternativas de tratamiento.
ACB Calculator
Muchos de los medicamentos que se recetan habitualmente tienen propiedades anticolinérgicas. En pacientes mayores de 65 años, estas pueden causar efectos adversos como confusión, mareos y caídas. Se ha demostrado que aumentan la mortalidad. Esta herramienta permite calcular la carga anticolinérgica de los pacientes.
Una cultura aún por consolidar
Aunque la concienciación sobre los riesgos de la polifarmacia ha ido en aumento, especialmente en entornos especializados y transversales como la geriatría, todavía queda mucho camino por recorrer. Falta una verdadera cultura clínica que ponga en el centro la necesidad de revisar, ajustar y, cuando sea necesario, de prescribir. “Los profesionales están concienciados, pero pocos hacemos algo para combatirlo”, reconoce Alejandro Valcuende. La coordinación profesional y entre niveles asistenciales, la implicación de los geriatras como nexo clave y la formación continua son pasos imprescindibles para que esa conciencia se traduzca en acciones concretas que mejoren la seguridad y la calidad de vida de las personas mayores.
Abordaje de la polimedicación en las residencias
1.Abordar la polimedicación en las residencias constituye una estrategia relevante, ya que en estos entornos el perfil de los usuarios suele estar marcado por la cronicidad, la fragilidad y la alta prevalencia de tratamientos múltiples. Por tanto, contar con equipos formados, protocolos de revisión sistemática y herramientas adecuadas permite no solo optimizar los tratamientos, sino también prevenir riesgos asociados, mejorar la calidad de vida de los residentes y avanzar hacia un modelo de atención más seguro, eficaz y centrado en la persona.
2.Cuando una persona mayor accede a una residencia, el equipo multidisciplinar del centro suele realizar una valoración geriátrica integral (VGI). Este primer paso es esencial para identificar y cuantificar problemas médicos, evaluar la función física, mental y social del usuario y proponer planes personalizados e integrales de tratamiento y atención. De este modo, se consigue mayor precisión en el diagnóstico y detección de problemas, mejoría en el bienestar y también un mejor uso de la medicación. Los profesionales pueden estar atentos a posibles interacciones, efectos secundarios, etc.
3.Este es un buen momento para hacer una revisión del tratamiento farmacológico y determinar si los pacientes polimedicados necesitan realmente todos los tratamientos farmacológicos prescritos o hay algunos que pueden eliminarse o sustituirse gracias a una alimentación adecuada, ejercicio físico u otras terapias no farmacológicas y menos agresivas. El objetivo no es privar a las personas mayores de los fármacos que necesitan, sino evitar los que no aporten un beneficio real.
4.Para ello es fundamental que los profesionales de las residencias tengan conocimiento de la farmacocinética, interacciones y efectos secundarios de los fármacos más utilizados. Pero también, es necesario revisar la eficacia y seguridad de cada uno de los fármacos que está tomando en cada visita médica.
5.Hay que tener en cuenta que, en las residencias, la gran mayoría de ancianos son personas dependientes a las que el personal del centro administra su medicación, lo que fomenta el cumplimiento terapéutico y, como consecuencia, puede que precisen una reducción de medicación. Por tanto, sería necesario un ajuste del tratamiento.
6.Cada vez más residencias establecen programas para la reducción de la polifarmacia, consiguiendo mejorar algunos problemas de salud y contribuyendo a la calidad de vida de los usuarios. Asimismo, cuentan con herramientas y soluciones que proporcionan una mayor adherencia, una administración más segura y eficaz, un seguimiento de los pacientes y las posibles interferencias derivadas de la medicación, y una reducción de los errores.
Consecuencias de la polimedicación
Clínicas
• Disminución de la adherencia
• Efectos adversos
• Interacciones
• Mayor riesgo de hospitalización y reingreso
• Mayor riesgo de caídas y lesiones derivadas
• Disminución de la funcionalidad física
• Deterioro de la calidad de vida
• Aumento de la morbilidad y mortalidad
Ética
• Ausencia de beneficio de determinados tratamientos
• Daños por efectos adversos
• Pérdida de autonomía del/la paciente
• Deterioro de la relación médico/a-paciente
• Pérdida de confianza en la asistencia sanitaria
Legales
• Responsabilidad civil en caso de daños resarcibles
• Responsabilidad penal por imprudencia o dejación de funciones que ocasione daños a la vida o integridad física
Económicas
Directas:
• Gasto farmacéutico (innecesario)
• Consultas y hospitalizaciones por efectos adversos
Costes sanitarios no directos.
• Cuidados y adaptaciones domiciliarias por discapacidad
Indirectas:
• Productividad perdida por el daño asociado a los medicamentos
Intangibles:
• Daño moral, disminución de la calidad de vida, deterioro del bienestar, etcétera.








