En el marco del 15º aniversario de Balance Sociosanitario, este número especial invita a reflexionar sobre uno de los desafíos más urgentes y transversales del ámbito sociosanitario: la humanización de los cuidados, especialmente en las personas mayores. En estos tres lustros, el sector ha vivido avances notables en innovación, profesionalización y estructuración de los servicios. Pero si algo ha perdurado como necesidad constante y aún pendiente de pleno desarrollo, es la incorporación efectiva de una mirada humanizada en todos los niveles de la atención, más allá de la teoría.
Humanizar los cuidados no se limita a tratar con amabilidad. Es una cuestión ética y estructural. Supone reconocer a la persona como sujeto con dignidad, derechos y voz propia, incluso, y con mayor razón, en situaciones de vulnerabilidad. Esto implica transformar los modelos asistenciales para poner el foco en las necesidades reales, en la escucha activa, en la empatía y en el respeto profundo por la diversidad, la historia y los deseos de cada paciente. Es, en definitiva, una apuesta por un sistema que no solo cure, sino que también acompañe y cuide.
Las principales instituciones sanitarias (ASPE, Círculo de la Sanidad, Fenin, Fundación IDIS, Plataforma de Organizaciones de Pacientes, SECPAL, SEEGG y SEGG) destacan la importancia de avanzar en la humanización de los cuidados, especialmente en áreas como la tecnología o los cuidados paliativos, entre otras.
Una necesidad urgente y transversal
De ahí que la humanización de los cuidados en el ámbito sociosanitario se haya convertido en una necesidad urgente y transversal, tal y como transmiten los profesionales consultados al respecto. Y es que, aunque en los últimos años se han desarrollado numerosas iniciativas para avanzar en esta dirección —tales como la mejora de entornos asistenciales, programas de formación en comunicación o protocolos de acompañamiento al final de la vida—, la realidad sigue mostrando una notable desconexión entre el ideal y la práctica. Agendas saturadas, presión asistencial constante y estructuras organizativas rígidas dificultan la posibilidad de establecer vínculos reales entre quienes cuidan y quienes reciben los cuidados.
Como aseguran los expertos, humanizar no es añadir un extra emocional a la atención técnica. Es redefinir la manera en la que concebimos la atención a las personas, situándolas en el centro del sistema, reconociéndolas como sujetos con derechos, dignidad y voz propia. Supone integrar esta mirada en la formación de los profesionales, en la organización del trabajo y en las políticas que rigen el sistema de salud y cuidados.
Acompañar en el final de la vida
Esta necesidad cobra especial relevancia cuando se trata del final de la vida. En el marco de los cuidados paliativos, la atención debe abarcar no solo el alivio del dolor físico, sino también aspectos emocionales y sociales.
En estos momentos de extrema vulnerabilidad, el acompañamiento humano se convierte en un acto de profundo valor, que requiere tiempo, sensibilidad y una mirada compasiva que va más allá de la intervención clínica.
Humanizar no es añadir un extra emocional a la atención técnica. Es redefinir la manera en la que concebimos la atención a las personas, situándolas en el centro del sistema, reconociéndolas como sujetos con derechos, dignidad y voz propia.
Dentro de este contexto, las personas mayores representan uno de los grupos más expuestos a la deshumanización. El edadismo actúa como una barrera que niega la individualidad y el potencial de quienes envejecen. A menudo, se les trata como un colectivo homogéneo, pasivo, sin tener en cuenta su historia, deseos o diversidad. A esto se suman condiciones estructurales como la falta de recursos, la escasez de profesionales especializados o la ausencia de herramientas para una atención emocional adecuada.
Escuchar al paciente
Humanizar es también escuchar. Escuchar al paciente, a su entorno, y permitir su participación activa en las decisiones sobre su salud. Implica pasar a un modelo donde la experiencia y la vivencia de cada persona sean consideradas parte fundamental del proceso asistencial.
Además, en un entorno cada vez más tecnológico, la humanización no debe verse como contraria a la innovación. De hecho, muchas soluciones tecnológicas bien integradas pueden facilitar una atención más cercana, flexible y personalizada, especialmente en entornos domiciliarios. La clave está en cómo se usan estas herramientas y con qué propósito: si sirven para reforzar la autonomía, la dignidad y la calidad de vida, se convierten en grandes aliadas del cuidado humanizado.
En definitiva, avanzar hacia una atención más humana es una responsabilidad colectiva. Es recuperar el sentido profundo del cuidado: estar presentes, comprender, acompañar y sostener a la persona en su totalidad.
Descubre la importancia de humanizar los cuidados desde distintas perspectivas, de la mano de ASPE, Círculo de la Sanidad, Fenin, Fundación IDIS, Plataforma de Organizaciones de Pacientes, SECPAL, SEEGG y SEGG.








