La soledad no deseada se ha convertido en un desafío creciente que puede generar graves consecuencias para la salud y el bienestar de las personas mayores. Este fenómeno afecta tanto a la funcionalidad como a la salud mental y al riesgo de deterioro cognitivo, incrementando la vulnerabilidad de quienes la padecen.
En este escenario, la innovación tecnológica irrumpe como un aliado clave para reforzar las redes de apoyo, facilitar la comunicación y abrir nuevas vías de acompañamiento. Su aplicación, sin embargo, debe ir de la mano de un enfoque comunitario que ponga en el centro la detección precoz, la coordinación sociosanitaria y la formación y capacitación de los profesionales en habilidades de escucha activa y vínculos de confianza.
El estudio “Redes para la Vida”, presentado por Emancipatic en la sede del Imserso, puso cifras al impacto de la soledad no deseada y exploró el potencial de las herramientas digitales para prevenir el aislamiento. La iniciativa, en la que también participaron profesionales del ámbito sociosanitario, subraya la necesidad de avanzar hacia estrategias integradas que combinen innovación tecnológica, compromiso social y atención profesional desde un enfoque sostenible y multidisciplinar.
El proyecto apuesta por la inclusión digital como vía para reducir el aislamiento, ofreciendo formaciones adaptadas a las necesidades de las personas mayores. El objetivo es dotarlas de habilidades tecnológicas que les permitan comunicarse, acceder a la información y participar activamente en la vida comunitaria.
Un fenómeno que “mata”
Durante la inauguración, el presidente de Emancipatic, José Manuel Azorín, advirtió cómo el fenómeno de la soledad no deseada “afecta a todos los colectivos, más jóvenes, personas mayores, personas con discapacidad o enfermos crónicos, y alertó de sus consecuencias en la salud mental porque la soledad mata”.
Este sentimiento, según señala, “puede facilitar la pérdida de interacciones personales y la emergencia de relaciones superficiales”. Para combatirla, “el uso adecuado de la tecnología se presenta como una herramienta fundamental, especialmente en poblaciones vulnerables”, enfatizó.
Antes de dar comienzo a la presentación de los primeros resultados, Agustín Martínez, coordinador de Estudios y Apoyo Técnico del Imserso, de igual forma que Azorín, destacó la necesidad de “saber utilizar la digitalización y las nuevas tecnologías antes de utilizarla con el entorno” porque “el mal uso de la tecnología discrimina”.
Empoderamiento ante la soledad
A continuación, Esteban Sánchez, director del equipo de investigación del estudio “Redes para la Vida”, y catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, presentó los primeros resultados del análisis. El documento valoró y profundizó en aspectos como el riesgo de padecer edadismo, soledad y aislamiento; o cómo se desarrollan las relaciones sociales entre los encuestados y sus familiares y amistades.
La encuesta realizada en el marco del estudio se integra en un conjunto de acciones orientadas a empoderar a las personas mayores y garantizar su acceso universal a las nuevas tecnologías. El objetivo principal es avanzar en la prevención de la soledad no deseada, explorando el potencial transformador de las herramientas digitales para reforzar las redes personales y comunitarias.
Los datos reflejan que, en el grupo de 55 a 59 años, el 23,8 % se encuentra en riesgo de soledad, frente al 16,2 % registrado en la media total de la muestra (personas de entre 55 y más de 80 años, agrupadas en subgrupos de cinco). En contraste, el aislamiento social presenta una incidencia mucho menor, con un 4,5 % en el grupo más joven, aunque aumenta progresivamente con la edad: alcanza el 12,6 % en las personas de 80 años o más y se sitúa en un 8,7 % de media en el total de participantes.
En cuanto al estado civil, el 41,3 % de los solteros manifiesta encontrarse en riesgo de soledad, cifra que prácticamente duplica la de los viudos (21,1 %). La media global, que incluye también a casados y divorciados, es del 16,3 %. Respecto al aislamiento, los solteros (15,2 %) y los viudos (15,8 %) muestran porcentajes similares, ambos muy por encima de la media general (8,7 %).
Condiciones económicas y edadismo
El análisis destaca la influencia de las dificultades económicas en la experiencia de soledad y aislamiento. Entre quienes se declaran en situación de soledad, un 28,8 % reconoce tener problemas económicos, frente a un 13,3 % de las personas que manifiestan aislamiento.
Asimismo, en términos de edadismo, las principales situaciones que se evaluaron fueron:
- En una oficina de la Administración Pública le han dirigido a internet para hacer un trámite o para solicitar cita previa, sin darle una opción sencilla de hacerlo presencialmente.
- Problemas al gestionar contratos o incidencias con proveedores de electricidad, telefonía, seguros, etc. (como altas, bajas, reclamaciones o dudas).
- Dificultades al realizar trámites en organismos de la Administración Pública (como ayuntamientos, Seguridad Social, Hacienda, etc.).
- Dificultades o problemas al realizar gestiones en bancos y otras entidades de ahorro.
- Disgusto o impaciencia cuando realiza gestiones por no entender bien lo que dicen
A pesar de ello, la mayoría de los encuestados (72,48 %) afirma no haber tenido inconvenientes en la realización de trámites, mientras que un 6 % asegura haber experimentado este tipo de dificultades de manera recurrente en oficinas de la Administración Pública.
Relaciones sociales y canales de comunicación
El estudio también analiza las formas de relación con familiares y amistades. El contacto presencial sigue siendo el preferido: un 37 % lo utiliza con la familia y un 36 % con el resto de su entorno. Sin embargo, destacan los elevados porcentajes de uso de WhatsApp, con un 31 % para comunicarse con la familia y un 35 % con los amigos. Las llamadas telefónicas, en cambio, tienen un peso menor: un 26 % en el ámbito familiar y un 19 % en el entorno de amistades.
Además, también se presentaron medidas para mejorar la situación de las personas mayores, así como el impacto que tuvieron entre los diferentes encuestados, destacando la necesidad de un incremento de la inversión para subir las pensiones de jubilación:
- Potenciar y aumentar la oferta de vacaciones del Imserso
- Políticas para reducir la brecha digital entre las personas mayores y el resto de la sociedad
- Mejorar la atención que las empresas privadas y las administraciones públicas ofrecen a las personas mayores
- Adaptar el entorno a las personas mayores (transporte asequible, rampas, espacios verdes)
- Fomentar la existencia de lugares de ocio y convivencia para las personas mayores
- Subir solo la cuantía de las pensiones de jubilación más bajas (42,3 %, opción más respaldada)
- Subir la cuantía de las pensiones de jubilación (la segunda con un 16,8 %)
Una combinación de múltiples factores
Asimismo, la jornada celebró la mesa redonda “Abordando la soledad desde las nuevas tecnologías”, moderada por Mercedes Maderuelo, directora de Emancipatic. El debate contó con la participación de Eduardo Seyller, responsable de Salud y Longevidad y miembro de la Junta Directiva de Emancipatic; Silvia Sierra, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Madrileña de Geriatría y Gerontología (SMGG); y Pablo Martínez, estudiante de ingeniería y coordinador del proyecto GAIA, ganador de los premios 4GOOD de OdiseIA.
Para Seyller, la soledad no deseada, “además de suponer una fuente de sufrimiento para las personas y limitar su derecho de participación en la sociedad, conlleva consecuencias negativas para su salud y bienestar y unos costes sociales y económicos muy elevados”. “La importancia que tiene este problema radica en reconocer que la salud integral de los mayores no solo depende de la atención médica, sino también de su bienestar emocional y social”, añadió.
“Por lo tanto, la soledad no deseada es la percepción de que las relaciones interpersonales que mantenemos son insuficientes o no son de la calidad o intensidad que desearíamos que fuera. También hablamos de este fenómeno cuando esta situación no se escoge, sino que se impone a pesar de nuestra voluntad y perdura en el tiempo, pudiendo afectar a nuestro bienestar y estado de salud”, agregó.
Para el responsable de Salud y Longevidad y miembro de la Junta Directiva de Emancipatic, la soledad “se ve muy influenciada por una combinación de factores demográficos, sociales, económicos y de salud, como la pérdida de seres queridos, la jubilación y el fin de la vida activa profesional, la disminución de la movilidad, las enfermedades o la falta de apoyo social y económico”.
Programas de prevención y abordaje
Por su parte, Silvia Sierra destacó que “la atención domiciliaria se aborda desde la no deseada, valorando no solo las necesidades físicas, sino también el contexto emocional, afectivo y social, donde vive la persona mayor”. “No solo se trata de prestar cuidados esenciales, sino de detectar precozmente las señales de aislamiento o desconexión social que pueden estar afectando a su bienestar”, valoró.
“Por ello, es fundamental contar con un equipo multidisciplinar (auxiliares, enfermeras, trabajadores sociales, etc), con profesionales que tengan una formación, sensibilización, actitud y aptitud, con conocimientos técnicos y capaces de generar vínculos de confianza para identificar cambios al final en el estado de ánimo, en la comunicación o la participación de la propia persona”, agregó.
Asimismo, la coordinación con instituciones y entidades, los servicios sociales municipales, los centros de salud, los programas de voluntariado, las redes vecinales o los recursos comunitarios son fundamentales, según Sierra, para detectar situaciones de soledad, ya sea de forma verbalizada o con lenguaje no verbal.
El análisis de los datos evidencia esa alerta. La Red de Soledades indicaba que 42 % de los mayores atendidos en el domicilio manifestaban sentimientos de soledad. La profesional de la SMGG puso de ejemplo su trabajo con el Ayuntamiento de Navalcarnero, con el programa Queremos acompañarte, con el que abordan “la atención desde el acompañamiento, con actividades como dar un paseo, ir a una cita médica, visitar a un familiar”.
“El porcentaje de las personas mayores, en este caso de mujeres, es de un 66% atendidas. Donde vimos que había mayor prevalencia de sentimiento de soledad, que se acogían más este programa, eran aquellas edades que oscilaban entre los 81 a los 90 años. Ahí hablábamos de un 58% de personas mayores que se sentían en la situación de soledad y saldrían de este programa. Y, en segundo lugar, la edad de 71-80”, detalló.
Un proyecto accesible y de monitorización constante
Por último, Pablo Martínez resaltó que la soledad es “una condición que no solo afecta al bienestar emocional, sino que también está vinculado con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, depresión e, incluso, muerte prematura”.
Por este motivo, lideró el lanzamiento de proyecto GAIA, sintiendo, según confesó, “la oportunidad de aportar un pequeño grano de arena desde el ámbito tecnológico, explorando cómo la innovación puede ofrecer soluciones reales y humanas a este desafío tan creciente al que todavía no se le dedica atención ni recursos suficientes como equipo”.
“La parte del hardware trata de un robot pequeño que incorporaría inteligencia artificial, que haría compañía a la persona, preguntándole sobre su estado de ánimo y facilitándole la conexión con sus familiares o amigos y analizando la salud mental. Luego, la parte del software trataría de una aplicación que recogería todos los datos que tiene la interacción del robot y el usuario, y que está disponible para las personas autorizadas por el usuario, como familiares, médicos o psicólogos. Es decir, una conexión constante y un acompañamiento más informado, una doble vertiente de monitorización inteligente y participación familiar”, aclaró.
Su equipo centra esta innovadora tecnología en que sea “sencilla de usar”. “La vamos a hacer para que los mayores no tengan ningún tipo de dificultad al interactuar con ella y puedan integrarla en su día a día de forma natural y accesible”, detalló.
En la hoja de ruta, el coordinador de GAIA espera que sea “una plataforma en evolución constante, capaz de adaptarse a los nuevos desarrollos tecnológicos y a las necesidades cambiantes de las personas mayores, siempre con una interfaz sencilla, accesible y ética”.
Concienciación, compromiso, innovación y acompañamiento
De cara al futuro, entre las herramientas de mejora comentadas en la jornada, Eduardo Seyller insistió en la necesidad de “crear redes de apoyo, fomentar la participación activa y garantizar que las personas mayores tengan acceso a los recursos y servicios que les permitan sentirse conectadas, valoradas y parte de esa comunidad”. Una apuesta que enlaza con la visión de reforzar el bienestar social y emocional a través de la innovación tecnológica y la inclusión digital.
En esa línea, Silvia Sierra defendió “un enfoque comunitario e interdisciplinar, apoyado en la detección precoz, la coordinación entre servicios y la formación de los profesionales en habilidades comunicativas”, mientras que Pablo Martínez subrayó la importancia de “la concienciación social”. Ambos coincidieron en que la combinación de compromiso colectivo (ciudadanía, instituciones y sector privado), innovación y acompañamiento humano serán claves para dar una respuesta sostenible a la soledad no deseada, un reto social que ya se perfila como uno de los grandes desafíos de las próximas décadas.
La tecnología en la relación entre soledad y solitud
Durante su intervención, José Manuel Azorín destacó la diferencia entre soledad y solitud, tomando como referencia el ensayo Soledad sin solitud, de Andrés Ortega, nieto de José Ortega y Gasset. La primera, dijo, se asocia a un sentimiento negativo de carencia de compañía, mientras que la segunda es una retirada voluntaria, positiva y beneficiosa para la creatividad, el autoconocimiento y la salud mental.
En este análisis, advirtió del impacto de la tecnología en la fragmentación social: “antes todos mirábamos la misma pantalla; hoy cada uno está inmerso en su propio dispositivo con realidades distintas”.
Pese a ello, reconoció el potencial de la inteligencia artificial para paliar la soledad en determinados contextos y recalcó que la clave está en la formación: “educar en el uso consciente de la tecnología, fomentar prácticas como la meditación y, sobre todo, recuperar comunidades reales que favorezcan la proximidad y la interacción humana”.
La soledad no deseada en España
Eduardo Seyller incidió en que “España es uno de los países donde la soledad no deseada ha crecido significativamente en los últimos años en comparación con otros países del entorno”. “Ha experimentado un aumento notable en la prevalencia de la soledad no deseada, afectando a una proporción considerable de la población. Un estudio que indica que aproximadamente el 20% de las personas sufren soledad no deseada y dos de cada tres que la experimentan llevan más de dos años en esta situación”, analizó.
“Hay estudios internacionales que revelan que la soledad es un problema creciente en muchos países, pero la situación en España destaca por esos dos datos, la alta proporción de personas que se sienten solas y la duración de este sentimiento. España se enfrenta a un desafío importante, con una alta prevalencia y un impacto significativo en la salud de la población. La situación se distingue por la persistencia de la soledad en el tiempo y por la amplia gama de factores que contribuyen precisamente a este problema”, finalizó. Un reto que sitúa a España entre los países europeos con mayor urgencia en abordar la soledad no deseada.







