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La soledad y la falta de apoyos, grandes desafíos en el envejecimiento de las personas con discapacidad

La soledad y la falta de apoyos, grandes desafíos en el envejecimiento de las personas con discapacidad.
La soledad y la falta de apoyos, grandes desafíos en el envejecimiento de las personas con discapacidad.

Con motivo del 15 Aniversario de Balance Sociosanitario, este número especial profundiza y reflexiona sobre los grandes retos del sector sociosanitario y uno de ellos es el envejecimiento de las personas con discapacidad. Un fenómeno creciente y complejo que desafía a los modelos actuales de atención y que requiere un cuidado adecuado y adaptado a sus necesidades, especialmente en el caso de quienes viven en soledad, muchas veces no deseada.

Hoy, más de la mitad de las personas con discapacidad tienen 65 años o más, una circunstancia que obliga a la Administración Pública, asociaciones y entidades a tejer estructuras de apoyo adecuadas para dar respuesta a un colectivo marcado por necesidades que todavía no están atendidas.

Las principales entidades del sector de la discapacidad (ASPACE, CEDDD, CERMI, COCEMFE, Grupo Social ONCE y Plena Inclusión) presentan los desafíos asociados al envejecimiento de las personas con discapacidad, así como las propuestas de los principales representantes del colectivo.

El envejecimiento de las personas con discapacidad no es solo una cuestión demográfica, sino también social, ética y de derechos. Una combinación de factores que genera descoordinación y vacíos de atención con respuestas incoherentes e ineficientes que acentúan su exclusión.

A este conjunto transversal de factores se suma la preocupante invisibilidad y dificultad estructural: los sistemas de atención al envejecimiento no contemplan adecuadamente las particularidades de la discapacidad, y los servicios de discapacidad no están preparados para acompañar los procesos de envejecimiento. A ello se añade la discriminación múltiple que experimenta este colectivo, motivada por la edad, la condición de discapacidad, el género, la situación económica y el entorno físico o social.

De ahí que el envejecimiento de las personas con discapacidad en el ámbito sociosanitario se haya convertido en una necesidad urgente, que puede agravarse, tal y como comparten los profesionales consultados, ante la falta de políticas públicas, inversión, sensibilidad y la soledad no deseada. Esta última configura una de las problemáticas sociales más acuciantes, que no puede tratarse como un problema aislado, sino como una cuestión social que requiere atención integral y comprometida.

La figura del cuidado no profesional

Frente a estos retos, y muchos más que se irán desgranando en las próximas líneas, en los últimos años se han desarrollado numerosas iniciativas para avanzar hacia un sistema de apoyos estable, con servicios especializados que acompañen a lo largo de la vida, mayor formación de los profesionales o la irrupción de nuevas tecnologías aplicadas a los cuidados.

Es fundamental tejer redes de apoyo adaptado y promover la cultura de la inclusión y la accesibilidad, elementos fundamentales para el bienestar.

Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer, con barreras persistentes que afectan a múltiples ámbitos, como la falta de accesibilidad, no solo en lo relacionado con la digitalización o la tecnología inclusiva, sino también en entornos como el transporte o, de forma aún más preocupante, la propia vivienda. Esta situación se ve especialmente agravada en el medio rural, donde el acceso a servicios adaptados resulta aún más difícil.

El proceso de envejecimiento en este grupo de población implica también una reducción progresiva de la movilidad, el aumento de la dependencia y, en muchos casos, la aparición de comorbilidades que hacen indispensable una atención continuada, multidisciplinar y coordinada. No obstante, el sistema de apoyos actual no siempre garantiza esa continuidad y los recursos especializados se reducen en lugar de reforzarse.

El cuidado no profesional, una tarea invisible y desprotegida, es un pilar fundamental.

Además, otro de los grandes desafíos emerge con los cuidados. En muchas ocasiones, la atención cotidiana recae sobre redes informales —sobre todo mujeres— que no cuentan con reconocimiento ni apoyo institucional, lo que perpetúa situaciones de desigualdad y sobrecarga. Un cuidado no profesional, invisible y desprotegido, que es un pilar fundamental. Es esencial reconfigurar esta realidad a través de recursos suficientes, con residencias especializadas, adaptadas a las necesidades de apoyo y centradas en la persona.

Sensibilidad, inversión y escucha

Ante estos retos, el sector tiene que responder con propuestas claras y consensuadas entre los diferentes actores. Es fundamental impulsar programas específicos de envejecimiento activo, así como desarrollar modelos de atención domiciliaria y comunitaria con una planificación anticipada, la colaboración sociosanitaria, el impulso de políticas públicas que abordan los aspectos ya comentados o el acceso a tecnologías accesibles que permitan reducir el aislamiento y mejorar la participación comunitaria.

Además, es fundamental tejer redes de apoyo y acompañamiento, promover la cultura de la inclusión y la solidaridad, elementos fundamentales para el bienestar colectivo. Sin embargo, nada de esto será posible sin sensibilidad política, inversión decidida y una escucha activa hacia quienes viven esta realidad cada día.

Conoce los principales retos asociados al proceso de envejecimiento de las personas con discapacidad, de la mano de ASPACE, CEDDD, CERMI, COCEMFE, Grupo Social ONCE y Plena Inclusión.

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