A lo largo de los últimos quince años, el sector residencial en España ha recorrido un camino lleno de aprendizajes, avances y esfuerzos compartidos. Hoy, el envejecimiento de la población y el aumento de la dependencia los sitúan en un momento crucial de cambio para dar respuesta a una realidad más compleja, diversa y exigente.
Falta de profesionales, infrafinanciación, rigideces normativas y retos organizativos conviven con un impulso creciente hacia la atención personalizada, la innovación tecnológica y la coordinación sociosanitaria. Este reportaje recoge las voces de los principales grupos residenciales del país (Amavir, Ballesol, Casablanca, Caser Residencial, Clece, DomusVi, Emera, EULEN Sociosanitarios, ILUNION VidaSénior, L’Onada Serveis, Sanitas Mayores, Valdeluz y Vitalia), que comparten su diagnóstico sobre las asignaturas pendientes del sistema y trazan un plan hacia un modelo más humano, eficiente y sostenible.
La atención a las personas mayores en situación de dependencia atraviesa una etapa decisiva en nuestro país. La confluencia de múltiples factores, el envejecimiento acelerado de la población, los cambios sociales y familiares, las exigencias de sostenibilidad del sistema o la evolución de los marcos normativos y laborales, exige una revisión profunda del modelo residencial. Y, sobre todo, un compromiso compartido para garantizar que cada persona mayor pueda envejecer con dignidad, autonomía y el acompañamiento que necesita.
El envejecimiento de la población y la mayor demanda de cuidados marcan un punto de inflexión en el sistema residencial, que busca evolucionar hacia un modelo más humano, eficiente y centrado en la persona.
Una nueva generación de personas mayores, más numerosas, más exigentes y más informadas, demanda cuidados que respeten su proyecto vital, reconozcan su individualidad y se adapten a sus circunstancias personales. Para ello, el modelo tradicional de atención ha de evolucionar hacia uno más flexible, centrado en la persona y con capacidad de respuesta en entornos diversos, desde el domicilio hasta la residencia, pasando por fórmulas intermedias como los centros de día.
El reto de captar y retener talento
Sin embargo, esa transformación no puede darse al margen de los grandes desafíos estructurales que atraviesan el sector. Uno de los más acuciantes es la escasez de profesionales cualificados, un problema de carácter estructural que amenaza la sostenibilidad misma del sistema de cuidados. La dificultad para atraer y retener talento en los equipos asistenciales no puede explicarse, según algunos de los expertos consultados, únicamente por los niveles salariales, si bien estos siguen estando por debajo de lo deseable. Todos ellos coinciden en reclamar un cambio de paradigma que dignifique el trabajo de cuidar: ofrecer formación continua, visibilidad social, estabilidad laboral y, sobre todo, reconocimiento. El cuidado debe ser visto como una profesión vocacional, técnica y ética, con un rol clave en la sociedad del bienestar.
En este sentido, urgen a una puesta en valor real de los profesionales sociosanitarios, corrigiendo las desigualdades con respecto al ámbito sanitario, tanto en términos de condiciones laborales como de desarrollo profesional. Todo ello para reforzar equipos motivados, preparados y comprometidos con un modelo de atención de calidad.
Financiación, normativa y desigualdades
Otro factor limitante para la mayoría de los actores implicados es la infrafinanciación del sector, tanto en su vertiente pública como privada. La Ley de Dependencia, a pesar de su reconocido valor social, continúa sin recibir la financiación estatal comprometida. Tal y como sostienen, la carga recae de forma desproporcionada sobre las comunidades autónomas, las entidades proveedoras y, en última instancia, las propias familias.
Asimismo, denuncian que los precios públicos de licitación, muchas veces congelados durante años, no reflejan el incremento real de los costes derivados de la inflación, la subida del Salario Mínimo Interprofesional o el aumento de las cargas sociales. Todo ello ha llevado al sector a reclamar con urgencia la supresión de la Ley de Desindexación, una norma que, aunque aprobada en un contexto económico distinto, hoy actúa como un freno para la sostenibilidad de los servicios.
El marco normativo actual constituye otro punto de fricción. La falta de homogeneidad entre comunidades autónomas, la inseguridad jurídica en procesos de inspección o adjudicación, y la lentitud de los trámites administrativos (como la valoración del grado de dependencia) generan ineficiencias que afectan directamente a las personas usuarias. Un marco legal más claro, coherente y estable es imprescindible para que las entidades puedan planificar e innovar, y para que las familias puedan confiar en un sistema accesible, transparente y eficaz.
Innovación y tecnología
En paralelo, el sector vive un proceso de profunda revisión de sus modelos de atención. Cada vez más centros apuestan por enfoques que colocan a la persona en el centro de todas las estrategias. Esto significa entornos libres de sujeciones, participación activa de las familias, respeto a los valores y preferencias individuales, y un enfoque integral que contemple todas las dimensiones del ser humano: física, emocional, social y espiritual. A la vez, se promueve un diseño arquitectónico más hogareño, más flexible y menos institucional, alineado con la tendencia hacia la desinstitucionalización.
La tecnología también se ha incorporado al debate como herramienta transformadora. Desde sistemas de monitorización remota hasta plataformas digitales que favorecen la comunicación con las familias o la gestión clínica, las soluciones tecnológicas están demostrando su capacidad para mejorar el bienestar de las personas mayores, facilitar el trabajo de los equipos y optimizar los recursos. Eso sí, siempre desde una perspectiva humanista, donde la tecnología complemente, pero no sustituya, el trato directo y empático.
Coordinación sociosanitaria y sostenibilidad
Además, los expertos también siguen reclamando la necesidad de una mayor coordinación sociosanitaria. A pesar de las múltiples declaraciones institucionales a lo largo de los años, sigue pendiente una integración real entre los sistemas sanitario y social que permita una atención más ágil, continua y centrada en las necesidades de cada persona. Algunos proyectos piloto ya han demostrado que es posible ofrecer modelos híbridos que reduzcan hospitalizaciones innecesarias y mejoren la calidad de vida de los mayores con necesidades complejas.
Por otra parte, la sostenibilidad, tanto ambiental como financiera y humana, aparece también como principio rector del futuro del sector. Desde la incorporación de criterios ESG en la gestión de los centros, hasta la transformación digital y la diversificación de servicios, las entidades (Amavir, Ballesol, Casablanca, Caser Residencial, Clece, DomusVi, Emera, EULEN Sociosanitarios, ILUNION VidaSénior, L’Onada Serveis, Sanitas Mayores, Valdeluz y Vitalia) buscan modelos que permitan conjugar calidad asistencial, eficiencia y responsabilidad social.
Finalmente, el sector mira hacia el futuro con una preocupación compartida, la llegada de la generación del baby boom. Este grupo poblacional, más numeroso y con expectativas más altas, exigirá respuestas ágiles y soluciones innovadoras, como construir itinerarios flexibles que combinen atención domiciliaria, recursos comunitarios y plazas residenciales adaptadas. La planificación anticipada y la inversión pública y privada serán determinantes para estar a la altura de ese desafío.








